Autor: Fernando Pascual
Lo sencillo se comprende
fácilmente. Lo complejo opone fuertes resistencias incluso a las mentes más
perspicaces.
Por amor a lo sencillo, hay
quienes inventan alternativas más o menos ingeniosas con las que creen haber
encapsulado lo que ocurre en nuestro mundo lleno de misterios.
Pensemos un ejemplo. ¿No
dimite un presidente de un país en grave crisis económica? El simplificador lo
acorrala en una alternativa que, para él, sería indiscutible: o es un pérfido,
o es un ingenuo que espera seguir en el poder. En el primer caso, busca dañar a
su país. En el segundo, no se da cuenta de que hasta sus amigos ya piensan en
cómo defenestrarlo.
Pero si uno no es
simplificador, tendrá la mente abierta a más posibilidades. Quizá el presidente
no dimite porque ha encontrado una solución y necesita tiempo para madurarla y
ponerla en marcha. O porque su mismo partido no sabe a quién escoger como
alternativa. O porque el partido de la oposición tiene un candidato que
llevaría al estado a una situación mucho más grave...
Reconocer lo compleja que es
la realidad puede cansarnos. Lo más fácil es declarar que sólo existe una
causa, o muy pocas, y arremeter con un juicio simplificador contra la persona o
las personas que uno desearía que desaparecieran de la escena cuanto antes. No
nos damos cuenta de que entonces las simplificaciones anestesian nuestras
mentes y nos impiden ir más a fondo a la hora de observar el mundo en el que
vivimos.
Una simplificación puede ser
el resultado de un corazón precipitado, de una voluntad llena de rabia, o de
una pereza patológica. Y no podemos negar que los motivos de las
simplificaciones pueden ser mucho más numerosos, si no queremos que están
líneas caigan en el defecto que denuncian...
Lo hermoso de la inteligencia
humana consiste, precisamente, en su capacidad de superar las simplificaciones,
de abrirse a más hipótesis, de analizarlas serenamente, de buscar los pros y
los contras de las distintas perspectivas. Sólo así podremos mejorar los
diagnósticos y proponer, con una actitud disponible al diálogo, soluciones más
adecuadas a la complejidad de las situaciones en las que se desarrolla nuestro
existir terreno.
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