No es algo nuevo: algunos han considerado y consideran el cristianismo como una amenaza contra la paz y la convivencia, contra la libertad y la autonomía de los hombres.
En el mundo romano hubo quienes juzgaron con hostilidad y sospecha a la nueva doctrina venida de Oriente. Creyeron que los cristianos podrían conspirar contra un sistema social que querían conservar a cualquier precio, con sus cualidades y sus injusticias. Persiguieron a los nuevos discípulos de Cristo no sólo con escritos y con discursos, sino con leyes especiales y con ejecuciones y torturas refinadas.