Autor: Fernando Pascual
Una persona reza por la curación de su hijo. Pasan los días.
La enfermedad avanza. Al final, el desenlace tan temido: muere el hijo. ¿Para
qué sirvieron tantas oraciones?
La lista de ejemplos puede ser enorme. Rezamos para que
llueva o para que haga sol, para que termine la guerra o para encontrar
trabajo, para superar esa pelea por la herencia o para que un gobernante se
convierta y busque la justicia en su pueblo.
Si no sucede eso por lo que rezamos, surge en muchos un
sentimiento de desengaño. No faltan quienes llegan a enfadarse con Dios, o
incluso a chantajearle.
Es entonces cuando hay personas que dejan de rezar, o de ir a misa, o de leer el Evangelio. Incluso en algunos lugares, la gente suprime la procesión del santo patrono, como “castigo” porque no se ha logrado este año una buena cosecha.