Autor: Fernando Pascual
Hay
problemas que son perennes, que se presentan una y otra vez ante nuestros ojos.
Uno de esos problemas es la “neutralidad” de la técnica y de la investigación
científica.
Platón,
en el siglo IV a.C., observó un fenómeno inquietante. El hombre que mejor puede
hacer sufrir a otros es el que mejor conoce la medicina. Quien sabe curar bien,
sabe también qué polvos llevan rápidamente a una muerte dolorosa. El hombre que
conoce más de cerca la verdad es el que puede mentir con “mejores” resultados.
El hombre que puede luchar con más valor para defender su ciudad es el que
también puede usar sus armas y su fuerza para atacar a inocentes o para
organizar un golpe de estado.
Se trata de un problema perenne: se da hoy igual que en tiempos de Sócrates. Quienes trabajan en un laboratorio pueden producir medicinas para curar a millones de personas. Con los mismos conocimientos técnicos, en las mismas instalaciones, tal vez incluso con el mismo personal, se puede preparar un arma bacteriológica para matar a unos cuantos miles (o millones) de enemigos...