22 de agosto de 2022

Resultados esperados y resultados imprevistos

Autor: Fernando Pascual

Al tomar una decisión esperamos alcanzar un resultado. Quien siembra, espera cosechar. Quien invierte, espera obtener ganancias. Quien ve una película, espera pasar un buen rato.

En ocasiones, después de haber llevado a cabo lo propuesto, descubrimos que el resultado no era aquel que habíamos previsto, sino uno diferente.

La cosecha no fue tan buena (o incluso fue realmente mala). La inversión hizo perder mucho dinero. La película no solo era mala, sino deprimente.

En otras ocasiones, los resultados corresponden a lo que esperábamos, incluso superan las expectativas. Momentos así producen alegría, al constatar que las cosas salieron realmente bien.

La experiencia humana incluye un grado de indeterminación y de sorpresas que explican por qué los resultados esperados no siempre se alcanzan, y por qué se producen resultados imprevistos (positivos o negativos).

Por más que nos esforcemos por planearlo todo, por quitar obstáculos, por emprender las acciones que consideramos más seguras y más prudentes, basta un cambio de viento, un retraso en el tráfico o un resbalón en la cocina para que todo cobre un cariz sorprendente.

No resulta fácil convivir con la indeterminación de la vida. Quisiéramos que todo procediese como lo teníamos previsto. Pero en muchas ocasiones no podemos cambiar el mundo externo, ni tampoco los modos de pensar y de actuar de quienes están cerca o lejos.

Por eso, la sabiduría popular y algunos grandes pensadores nos exhortan a no sufrir ante lo imprevisible ni angustiarnos ante lo indeterminado de la historia humana.

Trabajaremos, sí, por tomar buenas decisiones y por poner los medios más adecuados para alcanzarlas. Pero sabremos que ni los mejores planes alcanzan sus objetivos.

Además, el corazón vive con más paz cuando acogemos los imprevistos desde la confianza en Dios, que sabe sacar bienes de los males, y que tiene una providencia amorosa para cada uno de sus hijos...

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