Autor: Fernando Pascual
“Detente, no tengas prisas”. “¿Tienes de verdad claro lo que
vas a hacer?”. “Piénsalo bien, no sea que al final tengas que arrepentirte”.
“Lo importante madura lentamente”. “No sigas el consejo de lo fácil. Escucha la
sabiduría de las canas”.
Estos y otros consejos parecidos nos llegan una y otra vez
para invitarnos a vivir una virtud que resulta central para toda vida humana:
la prudencia.
¿En qué consiste la prudencia? El Catecismo de la Iglesia
Católica (n. 1806) ofrece la siguiente definición:
“La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo”.