7 de abril de 2025

Expectativas y realidades

Autor: Fernando Pascual

Los políticos en campaña electoral prometen reformas, cambios, progresos, mejoras. Llegan al gobierno, y la realidad es la de siempre, o a veces avanzamos hacia el retroceso.

Las agencias de turismo prometen viajes de ensueño a lugares exóticos, con todo tipo de garantías. Después, muchos afrontan días de aburrimiento durante las vacaciones, o situaciones de peligro (mosquitos, robos, secuestros).

Los ingenieros informáticos lanzan al mercado aparatos y programas que, según dicen, van a revolucionar el modo de vivir de la gente: un nuevo móvil, un “tablet”, una computadora portátil, un dispositivo para escuchar música. Cuando el producto sale a la venta, las expectativas han sido tan infladas que muchos sufren un enorme desengaño.

Los servicios meteorológicos prometen lluvias para el fin de semana. Llega el sábado, llega el domingo, y caen cuatro gotas que no ayudan en nada a las tierras sedientas de agua.

Los seres humanos no podemos vivir sin expectativas. Nos alimentamos de ellas como de oxígeno o de agua. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, estamos rodeados de expectativas pequeñas: habrá café en la despensa, encontraremos leche en la nevera, hoy funcionará el metro y no tendremos que hacer cola en el ayuntamiento.

Muchas expectativas quedan satisfechas: el mundo muestra una regularidad admirable. Pero en otras ocasiones nos topamos con imprevistos, o con hechos que pudimos (quizá debimos) prever. El encuentro con lo no esperado sorprende, irrita, provoca sentimientos de frustración o de desanimo.

El mundo es demasiado frágil para que todo ocurra como deseamos y como esperamos. En las nubes y en el suelo que pisamos hay algo imprevisible que puede esconder acontecimientos hirientes. En los familiares y en los amigos también se esconde un universo de misterios que salta cuando menos lo esperamos. Nosotros mismos somos mudables, indecisos, imprevisibles para los demás y, a veces, para nosotros mismos.

La vida es así: un juego de incertezas, de sueños, de desengaños, de alegrías (también ocurren, gracias a Dios, eventos maravillosos que nos sacan de pesadillas prolongadas).

En medio del tumulto de las cosas grandes o de las cosas pequeñas que cambian una y otra vez, sabemos que existe un Dios que no puede cambiar, porque su esencia es un misterio de Amor, y el Amor lleva siempre a lo estable, lo firme, lo eterno...

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