30 de noviembre de 2012

Doctoras tiene la Iglesia

Autor: Luis Alfonso Orozco

En la historia de la Iglesia son cuatro las mujeres santas que han sido proclamadas “Doctores de la Iglesia”, en un grupo selecto donde solamente otros 33 varones comparten este honor y dignidad eclesial.

Las cuatro vivieron en épocas muy diversas. Las dos primeras en recibir tal dignidad, en 1970, fueron santa Teresa de Jesús, carmelita española, y santa Catalina de Siena, italiana, perteneciente a la familia dominicana.

Años más tarde otra joven carmelita, la francesa Teresa del Niño Jesús, mereció recibir el título de Doctora de la Iglesia universal, al comprobarse la profunda sabiduría y todo el bien espiritual producido por sus escritos en miles de almas.

Santa Hildegarda de Bingen, una monja alemana del siglo XII, la más antigua cronológicamente, es desde hace poco la más reciente de las Doctoras de la Iglesia. Abadesa, guía firme en su monasterio, mística, profetisa, experta en medicina, compositora, escritora alemana o también "pobre pía", como le gustaba llamarse. Estas son algunas de las características de santa Hildegarda de Bingen, “Doctora de la Iglesia Universal” desde el 7 de octubre de 2012.

¿Por qué esta mujer que vivió en el Medioevo merece ser llamada Doctora de la Iglesia? El papa Benedicto XVI, quien ha decidido proclamarla como tal, afirmó de ella: “Hildegarda manifiesta la versatilidad de intereses y la vivacidad cultural de los monasterios femeninos de la Edad Media, contrariamente a los prejuicios que todavía pesan sobre aquella época. Hildegarda se dedicó a la medicina y a las ciencias naturales, así como a la música, pues tenía talento artístico. Compuso también himnos, antífonas y cantos, recogidos con el título Symphonia Harmoniae Caelestium Revelationum (Sinfonía de la Armonía de las Revelaciones Celestes), que eran gozosamente interpretados en los monasterios, difundiendo una atmósfera de serenidad, y que han llegado hasta nosotros. Para ella, toda la creación es una sinfonía del Espíritu Santo, que es en sí mismo alegría y júbilo” (Benedicto XVI, audiencia pública del 8 de septiembre de 2010).

Hildegarda fue una mujer firme y valiente, incluso audaz para su época, donde muy pocos tenían acceso a la formación académica. Es cierto que entró muy joven a la vida monástica, pero su figura y su variada obra nada tienen que ver con algún cliché que quiere vestirla de feminista adelantada, ni tampoco una ecologista del Medioevo, debido a sus amplios conocimientos de medicina natural. No se la puede encuadrar dentro de estas categorías estrechas de pensamiento actual, y quien pretende hacerlo sólo busca llevar las aguas a su molino. Esta nueva Doctora eclesial muestra que es precisamente el cristianismo y el Evangelio quienes ensalzan en toda su dignidad a la mujer, poniendo de relieve sus cualidades humanas y su santidad de vida.

El Papa Benedicto XVI, con uno más de los gestos novedosos de su pontificado, la proclamó Doctora de la Iglesia el pasado 7 de octubre 2012 en Roma. Siguiendo la enseñanza evangélica, al proclamar a la cuarta mujer Doctor universal por su sabiduría y santidad, el Papa saca del tesoro de la Iglesia “lo antiguo y lo nuevo” para proponerlo al mundo como un modelo de sabiduría cristiana y de santidad de vida. Hildegarda de Bingen es una figura menos conocida fuera del ámbito germano, que ahora sale más a la luz para ser valorada en todo el mundo. Esta “profetisa” del Rin se presenta como una novedad en nuestros tiempos, por su mensaje y enseñanzas válidas para el hombre de hoy.

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