30 de marzo de 2015

A mi Cristo Crucificado

Autor: Luis Felipe Guzmán (publicado en 2013)

Un viernes de madrugada
con cielo en plena lunada
y aún la aurora fresca
te tomó la soldadesca.

Ella que tan arrogante
ella que tan ignorante
y tú, en cambio, valiente,
constante y diligente.

Para ti no era rigor
pues sería mucha necedad,
-¡ay, cuán verdadera verdad!-
sino sólo fuego de amor.

¡Y qué admirable modo
de darte al hombre todo
recibiendo tantos agravios
cerrando boca y labios.

Señor,
tú que eres digno de honor,
vengo cabe tu faz mudo
por ver tu cuerpo desnudo
y traspasado por amor.

Lloro
lágrimas con rojos ojos
contemplando tus despojos
para aplacar los enojos
de tu Padre que adoro.

Mirad
alma mía a tu Majestad
que por harto quererte
aceptó tan cruel muerte
para mejorar tu suerte.


Veo abierto tu costado
lanzado por el soldado,
saliendo pues de tu pecho
la Iglesia para mi provecho.

Haz que tu corona note,
haz que no me alborote
pues es propio de loco
tener al amado en poco.

Tu sufrir acrisola sola
y tu sangre cobra obra
cuando eres mi cimiento
y procúrote contento.

Con esta desdicha dicha
Y ya deshecho hecho
tu cuerpo santo, bendito
haz de tu pasión mi hito.

Amigo,
que amé desde antaño,
aunque tras el desengaño
engaño, cada año
cambiar quiero contigo.



No hay comentarios: