Autor: Álvaro Correa
Dice un proverbio chino que “el trabajo del pensamiento se parece a la
perforación de un pozo: el agua es turbia al principio, mas luego se
clarifica”.
Hemos de estar sumamente agradecidos con Dios nuestro Señor por el don de
la inteligencia. Sin duda que se trata de uno de los rasgos de la “imagen y
semejanza” que tenemos de Él. No podemos dar por supuesto este don enorme que
nos llena de honor y de responsabilidad ante el universo entero.
Ahora bien, mantener en marcha la capacidad de pensar es un trabajo
fatigoso, bien ilustrado con la perforación de un pozo. Para llegar hasta la
vena del agua cristalina y fresca es necesario penetrar capas de tierra blanda
y dura, estratos de arena y caparazones de roca.
Pensar requiere atención, análisis del asunto, estudio de causas y
consecuencias, desmenuzar lo fundamental de lo accidental… Requiere tiempo y
paciencia, silencio de la mente y recogimiento de los sentidos.
¡Qué poco se piensa en un ambiente distraído y disipado!... El trabajo del
pensamiento –atendiendo al refrán- quizás no nos conceda un fruto excelente en
un primer intento, pero, al volver una y otra vez sobre un asunto determinado,
nos conducirá a un análisis cada vez más puro, completo y rico, para poder asumir
una conclusión ponderada.
Será oportuno que logremos lo mejor de nuestra inteligencia en nosotros
mismos y que ayudemos a los demás para que sean pacientes y serios en su
pensamiento, y para que caven profundo en el pozo que un día saciará su sed de
respuestas e iluminará sus decisiones.
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