Autor: Álvaro Correa
Arthur Schopenhauer echa
mano de una fábula en su obra “Parerga y Paralipómena” para comentar las
dificultades de trato que se suscitan en cualquier convivencia con los demás. Escribe:
“En una noche oscura y
fría, algunos erizos descubren que si se juntan tienen menos frío. Se acercan
cada vez más, pero son erizos y se pinchan unos a otros. Asustados, se apartan.
Cuando se alejan, se lamentan de haber perdido el calor, pero al mismo tiempo
temen pincharse.
Pasado un tiempo, y
vencido el miedo, vuelven a juntarse y se pinchan de nuevo. Así siguen durante
algún tiempo, hasta que descubren una distancia que les permite darse calor sin
pincharse”.
Una interpretación
sencilla de esta fábula es que cuanto más frecuente y cercano es el trato más
fácilmente se pueden dar roces y provocar molestias; pensemos en la relación
con los propios familiares y amigos. Y, por el contrario, cuanto más nos
alejamos de ellos, más se crea una capa de hielo que enfría nuestro afecto y
estima mutuos.
¿Qué hacer? La moraleja es
obvia. Se trataría de encontrar un punto intermedio que consienta cultivar una
cercanía cariñosa y necesaria, pero que, al mismo tiempo, observe un espacio de
respeto.
Claro que suena fácil y, como dicen los italianos: “Tra il dire e il fare
c’è di mezzo il mare”. Es decir, que
entre el decir y el hacer media de por medio el mar…
Aplicar la moraleja
exigirá esfuerzo, interés y la mejor voluntad, saber perdonar y acercarse…
Ahora bien, si unos erizos lo aprendieron, cuánto mejor nosotros, dotados de
razón y un gran corazón.
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