24 de enero de 2022

Un libro sobre la psicología en el mundo contemporáneo

Autor: Fernando Pascual

No es fácil elaborar una síntesis de la historia reciente de la psicología que abarque y explique cuáles sean las líneas de fondo y las tendencias dominantes. Con una buena dosis de audacia, Roberto Marchesini, psicólogo italiano, lo intenta, en este libro publicado en italiano con el título Le vie della psicologia. Storie e tendenze contemporanee (Sugarco edizioni, Milano 2020).

Marchesini tiene un proyecto concreto: verificar si la psicología actual estaría al servicio de una ideología de tipo liberal o progresista (pp. 9-13, en la introducción, y p. 265, como cierre del apéndice final).

La materia está organizada en 10 capítulos, cada uno de los cuales termina con una breve sección de conclusiones. Los dos primeros capítulos están dedicados, respectivamente, al mundo antiguo y a la cristiandad. En esta última confluyen elementos de la cultura griega, si bien superados por la visión cristiana que tanto ha contribuido a la configuración de Occidente (p. 32).

Con la modernidad (capítulo 3) comienza un largo proceso que separa a la psicología de la visión cristiana del hombre y que acoge ideas de tipo dualista (Descartes) y empirista (Bacon, Hobbes). Sobre todo, en el empirismo, que estuvo presente desde sus primeros años en la Royal Society británica, inicia la separación de la psicología respecto de las leyes morales, al mismo tiempo que se promueve un liberalismo que presumiría tener un fundamento científico, mayormente visible a partir de las propuestas de Darwin (pp. 36-38).

El capítulo 4 (el más largo de todo el volumen) lleva como título «La psicología de los infiernos» y está centrado en Freud y en varios autores que surgieron como derivaciones o separaciones del psicoanálisis. Resulta de especial interés la información sobre los fracasos iniciales de Freud y sobre su conexión con el mundo de la cábala (p. 45, algo parecido a lo que también ocurre en Jung, pp. 77-79), además de que se hace ver el influjo de Nietzsche en el padre del psicoanálisis (pp. 50-51). Más adelante, Marchesini señala las principales corrientes que confluyen en las propuestas de Adler: inmanentismo, evolucionismo y materialismo (pp. 57-58). El Autor muestra su sorpresa al constatar cómo algunos de estos psicólogos han encontrado una cierta acogida en ambientes católicos. En concreto, hay que destacar que Jung, que se nutre de ideas gnósticas y cabalísticas, incluso que acoge elementos satánicos (p. 80), resultaría incompatible con la verdadera espiritualidad católica.

En este capítulo 4 una sección está dedicada a Rudolf Allers (pp. 86-93), psiquiatra que aspiraba a elaborar una válida antropología, enmarcada en el contexto de la philosophia perennis defendida por la Iglesia católica. En las conclusiones de esta sección, Marchesini señala que la psicología de los infiernos (de lo subsconsciente) es característica del hombre moderno y se basa en una antropología que considera a las personas como dominadas por sus pasiones (p. 121).

La Escuela de Frankfurt ocupa el capítulo 5, y su importancia resulta manifiesta con la situación de hipersexualización de amplios sectores de las sociedades modernas. Como indica el Autor, esa Escuela ha promovido un tipo de sexualidad instintiva, sin ninguna regulación moral o religiosa (p. 132). El capítulo 6, por su parte, presenta el comportamentismo, sea desde sus orígenes (Jacques Loeb, que influyó en John Watson, pp. 133-134), sea en algunos representantes problemáticos, como Alfred Kinsey (con sus muy discutibles estudios sobre la sexualidad humana), Burrhus Skinner (fuertemente convencido de que el hombre estaría siempre condicionado, pp. 149-150), o John Money (tristemente conocido por un experimento de cambio de sexo en un niño que terminaría de modo trágico, pp. 153-156). Como se señala en las conclusiones, una de las consecuencias de la revolución sexual sería el surgimiento de la «ingeniería comportamental» (p. 159).

Resulta de especial interés el capítulo 7, sobre la psicología humanista, porque existen diversos malentendidos en torno a la misma palabra «humanismo». Marchesini reproduce un texto del primer Manifiesto humanista (1933) que expone el deseo de que las religiones se modifiquen y adapten para vivir en el mundo moderno (p. 161). Además, muestra las relaciones de esta corriente con el unitarismo, que en el fondo apunta a un teísmo vago y ajeno a las confesiones cristianas (pp. 163-165).

Siguen luego, en ese mismo capítulo, unas reflexiones sobre la acrítica acogida en ambientes católicos de la psicología humanista (pp. 168-171). A continuación, se exponen algunas ideas sobre las propuestas de Abraham Maslow (que soñaba en un mundo feliz sin religiones, bajo la guía de la ciencia y de la razón, p. 173), de Carl Rogers (que realizó un experimento con resultados negativos en una congregación religiosa femenina de Estados Unidos entre 1966 y 1968, p. 180), y de otros autores. En las conclusiones al capítulo se subraya cómo la psicología humanista se construye sobre una visión del ser humano ajena a la moral, de tipo evolucionista, y en grado de promover la creación de autómatas fácilmente controlables por el poder (p. 191).

En el capítulo 8 se presenta, en sus líneas fundamentales, la psicología sistémica, así como una serie de autores y técnicas encuadrables bajo ese nombre. En concreto, se habla de la programación neurolingüística, de la hipnosis, del eneagrama. El capítulo 9 agrupa una serie de autores y tendencias bajo el término «antipsiquiatría» (término no aceptado por algunos de estos autores). En concreto, se estudian las propuestas de Oskar Panizza, Thomas Szasz, David Cooper, Ronald Laing, Michel Foucault, Franco Basaglia (famoso por ser uno de los principales promotores del cierre de los hospitales psiquiátricos en Italia). En la valoración final de ese capítulo 9, Marchesini señala algunos puntos positivos (por ejemplo, el haber señalado el riesgo de usar la psiquiatría como instrumento para acallar a los opositores políticos, p. 246), así como los límites de la antipsiquiatría.

El último capítulo analiza algunas tendencias contemporáneas, especialmente el proyecto de establecer claramente tipologías de enfermedades psíquicas y tratamientos estandarizados, con los riesgos que surgen al minusvalorar la importancia de la atención personalizada (pp. 247-251). También se habla de la mindfulness y su origen en ideas budistas.

Como apéndices, Marchesini presenta brevemente los orígenes de la palabra psicología, la clásica distinción entre cuerpo, alma y psique, y una serie de reflexiones sobre las relaciones entre liberalismo y marxismo con la mirada puesta en el fenómeno gnóstico del mundo antiguo y en su resurgimiento en la modernidad, sobre todo en la manera como se entiende el proceso histórico y la revolución a partir del pensamiento de Hegel y Marx. Como cierre a los apéndices, el Autor considera suficientemente probada su tesis inicial: «la psicología moderna y contemporánea es un instrumento de la Revolución» (p. 265). Se incluye al final la bibliografía y el índice de nombres.

A través de esta publicación resulta posible alcanzar una primera síntesis sobre la psiquiatría y la psicología en sus principales tendencias y escuelas contemporáneas. Salta a la vista lo que al inicio aparece como una propuesta: el enorme poder que ciertas visiones filosóficas y antropológicas han tenido y tienen en el desarrollo de importantes escuelas psicológicas, y que han llevado a la marginación del horizonte que resulta clave para comprender lo propio del ser humano: el de su espiritualidad.

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