Autor: Fernando Pascual
No es fácil elaborar una síntesis de la historia reciente de la psicología que abarque y explique cuáles sean las líneas de fondo y las tendencias dominantes. Con una buena dosis de audacia, Roberto Marchesini, psicólogo italiano, lo intenta, en este libro publicado en italiano con el título Le vie della psicologia. Storie e tendenze contemporanee (Sugarco edizioni, Milano 2020).
Marchesini tiene
un proyecto concreto: verificar si la psicología actual estaría al servicio de
una ideología de tipo liberal o progresista (pp. 9-13, en la introducción, y p.
265, como cierre del apéndice final).
La materia está organizada en 10 capítulos, cada uno de los cuales termina con una breve sección de conclusiones. Los dos primeros capítulos están dedicados, respectivamente, al mundo antiguo y a la cristiandad. En esta última confluyen elementos de la cultura griega, si bien superados por la visión cristiana que tanto ha contribuido a la configuración de Occidente (p. 32).
Con la modernidad (capítulo 3)
comienza un largo proceso que separa a la psicología de la visión cristiana del
hombre y que acoge ideas de tipo dualista (Descartes) y empirista (Bacon,
Hobbes). Sobre todo, en el empirismo, que estuvo presente desde sus primeros
años en la Royal Society británica, inicia la separación de la psicología
respecto de las leyes morales, al mismo tiempo que se promueve un liberalismo
que presumiría tener un fundamento científico, mayormente visible a partir de
las propuestas de Darwin (pp. 36-38).
El capítulo 4 (el más largo de
todo el volumen) lleva como título «La psicología de los infiernos» y está
centrado en Freud y en varios autores que surgieron como derivaciones o
separaciones del psicoanálisis. Resulta de especial interés la información
sobre los fracasos iniciales de Freud y sobre su conexión con el mundo de la
cábala (p. 45, algo parecido a lo que también ocurre en Jung, pp. 77-79),
además de que se hace ver el influjo de Nietzsche en el padre del psicoanálisis
(pp. 50-51). Más adelante, Marchesini señala las principales corrientes que
confluyen en las propuestas de Adler: inmanentismo, evolucionismo y
materialismo (pp. 57-58). El Autor muestra su sorpresa al constatar cómo
algunos de estos psicólogos han encontrado una cierta acogida en ambientes
católicos. En concreto, hay que destacar que Jung, que se nutre de ideas
gnósticas y cabalísticas, incluso que acoge elementos satánicos (p. 80), resultaría
incompatible con la verdadera espiritualidad católica.
En este capítulo 4 una sección
está dedicada a Rudolf Allers (pp. 86-93), psiquiatra que aspiraba a elaborar
una válida antropología, enmarcada en el contexto de la philosophia perennis
defendida por la Iglesia católica. En las conclusiones de esta sección,
Marchesini señala que la psicología de los infiernos (de lo subsconsciente) es
característica del hombre moderno y se basa en una antropología que considera a
las personas como dominadas por sus pasiones (p. 121).
La Escuela de Frankfurt ocupa
el capítulo 5, y su importancia resulta manifiesta con la situación de
hipersexualización de amplios sectores de las sociedades modernas. Como indica
el Autor, esa Escuela ha promovido un tipo de sexualidad instintiva, sin
ninguna regulación moral o religiosa (p. 132). El capítulo 6, por su parte,
presenta el comportamentismo, sea desde sus orígenes (Jacques Loeb, que influyó
en John Watson, pp. 133-134), sea en algunos representantes problemáticos, como
Alfred Kinsey (con sus muy discutibles estudios sobre la sexualidad humana),
Burrhus Skinner (fuertemente convencido de que el hombre estaría siempre
condicionado, pp. 149-150), o John Money (tristemente conocido por un
experimento de cambio de sexo en un niño que terminaría de modo trágico, pp.
153-156). Como se señala en las conclusiones, una de las consecuencias de la
revolución sexual sería el surgimiento de la «ingeniería comportamental» (p.
159).
Resulta de especial interés el
capítulo 7, sobre la psicología humanista, porque existen diversos
malentendidos en torno a la misma palabra «humanismo». Marchesini reproduce un
texto del primer Manifiesto humanista (1933) que expone el deseo de que
las religiones se modifiquen y adapten para vivir en el mundo moderno (p. 161).
Además, muestra las relaciones de esta corriente con el unitarismo, que en el
fondo apunta a un teísmo vago y ajeno a las confesiones cristianas (pp.
163-165).
Siguen luego, en ese mismo
capítulo, unas reflexiones sobre la acrítica acogida en ambientes católicos de
la psicología humanista (pp. 168-171). A continuación, se exponen algunas ideas
sobre las propuestas de Abraham Maslow (que soñaba en un mundo feliz sin
religiones, bajo la guía de la ciencia y de la razón, p. 173), de Carl Rogers (que
realizó un experimento con resultados negativos en una congregación religiosa
femenina de Estados Unidos entre 1966 y 1968, p. 180), y de otros autores. En
las conclusiones al capítulo se subraya cómo la psicología humanista se
construye sobre una visión del ser humano ajena a la moral, de tipo
evolucionista, y en grado de promover la creación de autómatas fácilmente
controlables por el poder (p. 191).
En el capítulo 8 se presenta,
en sus líneas fundamentales, la psicología sistémica, así como una serie de
autores y técnicas encuadrables bajo ese nombre. En concreto, se habla de la
programación neurolingüística, de la hipnosis, del eneagrama. El capítulo 9
agrupa una serie de autores y tendencias bajo el término «antipsiquiatría»
(término no aceptado por algunos de estos autores). En concreto, se estudian
las propuestas de Oskar Panizza, Thomas Szasz, David Cooper, Ronald Laing,
Michel Foucault, Franco Basaglia (famoso por ser uno de los principales
promotores del cierre de los hospitales psiquiátricos en Italia). En la
valoración final de ese capítulo 9, Marchesini señala algunos puntos positivos
(por ejemplo, el haber señalado el riesgo de usar la psiquiatría como
instrumento para acallar a los opositores políticos, p. 246), así como los
límites de la antipsiquiatría.
El último capítulo analiza
algunas tendencias contemporáneas, especialmente el proyecto de establecer
claramente tipologías de enfermedades psíquicas y tratamientos estandarizados,
con los riesgos que surgen al minusvalorar la importancia de la atención
personalizada (pp. 247-251). También se habla de la mindfulness y su
origen en ideas budistas.
Como apéndices, Marchesini
presenta brevemente los orígenes de la palabra psicología, la clásica
distinción entre cuerpo, alma y psique, y una serie de reflexiones sobre las
relaciones entre liberalismo y marxismo con la mirada puesta en el fenómeno
gnóstico del mundo antiguo y en su resurgimiento en la modernidad, sobre todo
en la manera como se entiende el proceso histórico y la revolución a partir del
pensamiento de Hegel y Marx. Como cierre a los apéndices, el Autor considera
suficientemente probada su tesis inicial: «la psicología moderna y
contemporánea es un instrumento de la Revolución» (p. 265). Se incluye al final
la bibliografía y el índice de nombres.
A través de esta publicación
resulta posible alcanzar una primera síntesis sobre la psiquiatría y la
psicología en sus principales tendencias y escuelas contemporáneas. Salta a la
vista lo que al inicio aparece como una propuesta: el enorme poder que ciertas
visiones filosóficas y antropológicas han tenido y tienen en el desarrollo de
importantes escuelas psicológicas, y que han llevado a la marginación del
horizonte que resulta clave para comprender lo propio del ser humano: el de su
espiritualidad.
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