
La anestesia de la costumbre ha atenuado
la percepción de los cambios sociales y tecnológicos acaecidos en los últimos
años.
¿Qué tiene hoy de extraordinario recibir
un e-mail, comunicarse por Skype o escuchar música con audífonos? ¿Qué rareza
notamos en la luminosidad provocadora de los anuncios publicitarios y de los
escaparates comerciales?
Nos parece -especialmente a los niños y
jóvenes- que “siempre ha sido así” y la verdad es que no. Hace sólo cuatro
décadas las cosas eran muy distintas.