Autor: Álvaro Correa
La anestesia de la costumbre ha atenuado
la percepción de los cambios sociales y tecnológicos acaecidos en los últimos
años.
¿Qué tiene hoy de extraordinario recibir
un e-mail, comunicarse por Skype o escuchar música con audífonos? ¿Qué rareza
notamos en la luminosidad provocadora de los anuncios publicitarios y de los
escaparates comerciales?
Nos parece -especialmente a los niños y
jóvenes- que “siempre ha sido así” y la verdad es que no. Hace sólo cuatro
décadas las cosas eran muy distintas.
En días pasados Otis Johnson salió de
prisión después de 44 años. Una breve entrevista ha recogido sus impresiones
sobre las novedades que encuentra en las calles y en el modo de comportarse de
las personas.
Hay detalles simpáticos: “Vi que todo el
mundo va hablando consigo mismo, con cosas en las orejas. Y pensé, ¿se han
convertido todos en agentes de la CIA?”...
Vivimos grandes cambios externos, pero
la cuestión más importante sería ver nuestro interior y revisar si seguimos
siendo esos seres amados por Dios, hechos a su imagen y semejanza, herederos de
la vida eterna; si todavía deseamos ser santos y ganarnos el cielo con una vida
digna; si el amor guía nuestros pensamientos y decisiones; si nuestras palabras
son un regalo amable para los demás…
El destino del hombre no cambia, aunque
pisemos nuevos mundos.
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