Autor: Álvaro Correa
Algún diccionario define el júbilo como “gozo o alegría muy intensa que se
hace ostensible”. Lo comprendemos mejor al aplicar nuestro oído a los
Comentarios de san Agustín sobre los Salmos.
En su referencia al 32, el santo de Hipona dice: “¿Qué quiere decir cantar
con júbilo? Darse cuenta de que no podemos expresar con palabras lo que siente
el corazón… El júbilo es un sonido que indica la incapacidad de expresar lo que
siente el corazón”.
Estas sencillas líneas conceden luz abundante para dar color y forma a
tantos momentos de nuestra vida en los que, simplemente, nos quedamos sin
palabras ante eventos que nos llegan hondo, muy hondo, en nuestro corazón.
No sabemos cómo dar voz a una experiencia, no encontramos palabras para
describir una emoción, nos falta el respiro para dar gracias a una persona por
su amor y sacrificio, etc.
Un medio privilegiado para manifestar ese júbilo es el canto. Las personas
de forma individual o, incluso en grandes multitudes, suelen cantar; el canto
es un lenguaje favorito de nuestro mundo interior. Todo esto nos resulta
hermoso y guardamos recuerdo cada vez que gozamos la dicha de vivirlo.
San Agustín sigue adelante en su explicación y elevando su mirada al cielo
dice que “este modo de cantar es el más adecuado cuando se trata del Dios
inefable. Porque, si es inefable, no puede ser traducido en palabras. Y, si no
puedes traducirlo en palabras y, por otra parte, no te es lícito callar, lo
único que puedes hacer es cantar con júbilo. De este modo, el corazón se alegra
sin palabras y la inmensidad del gozo no se ve limitada por unos vocablos”.
Ojalá que esta sabia reflexión del santo nos ayude a valorar nuestros
cantos litúrgicos y todo canto que inspire nuestra devoción popular. A Dios
agrada nuestro júbilo porque mira el fondo de corazón y Él es el manantial del
júbilo mismo.
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