Autor: Álvaro Correa
La rivalidad entre los hermanos Adolf y Rudolf Dassler originó las empresas
de calzado deportivo Adidas y Puma.
Ambos eran hijos de un zapatero en Herzogenaurach, un pueblecito alemán
enclavado en Baviera. Trabajaron unidos al inicio, pero la Segunda Guerra
Mundial hizo detonar su techo familiar.
En esa época turbulenta, los hermanos se alistaron en las filas nazis,
ahora bien, mientras que Adolf consiguió permanecer en el taller, Rudolf, por
su parte, partió como voluntario al frente de Polonia.
Una vez que los ejércitos aliados liberaron Alemania del nazismo, se
efectuaron juicios para evaluar el grado de compromiso con el régimen.
Los veredictos abrirían una brecha entre ambos que no volvería a cerrarse:
Adolf fue exonerado y Rudolf fue declarado culpable y condenado a la cárcel.
Entre las rejas, Rudolf nutrió la convicción de que su hermano lo había delatado.
En 1948 se le abrieron las puertas de la libertad y no dudó en efectuar la
separación afectiva y también empresarial de su hermano. Rudolf se trasladó al
otro lado del Río Aurach fundando “Puma”, mientras que Adolf permaneció en las
instalaciones originales dándoles el nombre de Adidas, resultado de su
diminutivo Adi y de las primeras letras del apellido Dassler.
A partir de entonces inició una intrigante novela de competencia, de
desafío, de conquista de atletas y de equipos cuya aureola deportiva les
concediera promoción mundial. Para mayor detalle se puede consultar el libro
“La guerra de las zapatillas” de Bárbara Smit.
Por el momento nos baste ver los rostros de los actuales deportistas
vistiendo una u otra marca y los equipos que patrocinan en abierta competencia.
Quizás como dato emblemático podemos recordar la final del Mundial de Fútbol
2006 entre Italia (Puma) y Francia (Adidas).
Y bien, los problemas entre los hermanos Dassler son espejo de aquellos que
hemos vivido también en nuestros hogares. La relación entre hermanos no es
fácil. ¿En qué familia “normal” no se han dado discusiones evaporadas tras un
minuto o discrepancias diluidas a lo largo de varios años?
Lo que procuramos hacer prevalecer, sin embargo, es la unidad, integrando
las diferencias, dialogando para comprendernos, manteniendo las puertas
abiertas para reconciliarnos, yendo al encuentro de quien se aleja sin dar
razón.
Habría que tener en cuenta que la tranquilidad conseguida tras el
alejamiento entre hermanos es aparente, pues el corazón de ambos queda herido y
turbado. Vale la pena todo esfuerzo de humildad y perdón para preservar el
tesoro precioso de la unión familiar.
En el caso de Adi y Rudolf, la competencia entre sus empresas evocará su
ruptura fraterna. Ojalá que permitamos a la gracia de Dios curar nuestras
fracturas familiares de tal manera que podamos dejar en herencia un mismo
techo, un mismo querer, un mismo amor.
Ahorremos a los hijos y nietos la tarea ingrata de picar para derrumbar los
muros levantados por sus padres o abuelos. En verdad, la unión familiar es un
enorme don de Dios y una conquista del amor fraternal.
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