Autor:
Fernando Pascual
El
rigorismo siempre ha tenido mala propaganda. Es presentado como legalismo,
dureza, falta de tacto, esfuerzo continuo por respetar las normas a cualquier
precio.
Lo
que no resulta fácil es indicar cuándo estamos ante una actitud o una decisión
rigorista y cuándo la actitud, aunque parezca rigorista, no lo es.
¿Es
rigorista el policía que pone una multa a un coche aparcado ante un hospital
sin saber los motivos que tuvo el conductor para detenerse allí? ¿Es rigorista
el profesor que suspende por unas décimas a un alumno porque piensa que es
mejor que repita el examen?
Otras
veces el rigorismo brilla con toda su fuerza por los daños que causa, por
ejemplo si un policía se obceca en dar órdenes a quien está ayudando en una
emergencia cuando de lo que se trata es de dar una mano a quien la necesita.
Las
causas del rigorismo pueden ser variadas. A veces surge desde la falta de
experiencia, que no coincide con el número de años. Quien percibe lo que está
en juego en cada situación sabe distinguir cuándo la norma se aplica y cuándo
se hace necesaria una excepción en vistas a un bien mayor.
Otras
veces el rigorismo nace desde un miedo a las transgresiones, como si aceptar
una excepción se convirtiera en un daño para otros o incluso para la sociedad
en su conjunto.
No
falta el rigorismo que se alimenta de un deseo extraño de hacer la vida
imposible a otros, sobre todo cuando esos otros son débiles o son considerados
de modo despectivo por el rigorista.
Evitar
el rigorismo no significa caer en el laxismo. Como enseñaban los griegos, la
virtud está en la justa medida, que sabe huir de aquellos extremos que llevan a
daños, sea por exceso, sea por defecto.
Por
eso, frente a tantas normas y leyes, en sociedades donde a veces hasta el color
de una persiana está regulado por normas muy detalladas..., una sana dosis de
sentido común y una buena vacuna contra el rigorismo permitirá construir un
mundo menos asfixiado por rigorismos dañinos y más atento a las sanas
aspiraciones que pueden convivir desde un adecuado reconocimiento de las
excepciones aplicables a cada caso.
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