Autor: Álvaro Correa
Es seguro que no hay hogar en el mundo sin una escoba, por lo demás,
siempre en uso. Lo más normal es encontrarla en la cocina o en algún ángulo del
jardín.
Se trata simplemente de un mango o palo que lleva en su extremidad un
cepillo. No tenemos idea de quién la inventó, ni cuál fue el primer trocito de
mundo sobre el que se deslizó.
Ahora bien, ¡es muy útil! Incluso tenemos en la sociedad unos
“profesionales de la escoba”, que llamamos barrenderos.
La definición oficial de ellos sería la siguiente: “Un barrendero es la
persona que tiene como profesión barrer las calles y recoger todo tipo de
basura y desechos”. Les estamos agradecidos por rendir un debido decoro a
nuestro entorno.
Ahora bien, una escoba, como todo instrumento material, se desgasta por el
uso continuo y pierde su eficacia hasta barrer mal, con deficiencia. De allí el
dicho de que “una escoba nueva barre bien”.
Y así, la escoba que un día recogía la basura, termina siendo un desecho…
Es la imagen repetida de los bienes materiales que se deterioran por el uso y
que el paso del tiempo erosiona hasta reducirlos a polvo.
Ojalá nos sirva de imagen cuando veamos hacia nuestro interior y
descubramos polvo o algún pedazo de basura… Usemos una escoba nueva para barrer
bien. Es decir, demos confianza a la gracia de Dios que todo lo hace nuevo.
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