4 de mayo de 2020

Aplausos que anestesian


Autor: Fernando Pascual

No hay peor trampa que la de los aplausos que anestesian, que impiden ver los propios defectos, que halagan la vanidad, que domestican los proyectos de urgentes reformas.

Sí: hay aplausos que anestesian. Aplausos que vienen del propio corazón, cuando uno se engaña al pensar que está muy bien cuando en realidad está mucho más mal de lo que se imagina. O cuando uno ve resultados que le halagan y no se da cuenta de los muchos errores que comete al actuar, al hablar o al pensar.


Otros aplausos vienen de fuera. De un mundo enemigo que quiere engullir a los indecisos, a los inconstantes, a los inseguros, a los dudosos. De un mundo que exalta a los vanidosos y engreídos. De un mundo que odia las palabras proféticas y adora las adulaciones de los “intelectuales”. De un mundo que controla muchos medios de comunicación para que dirijan las miradas y las aprobaciones hacia unos ideales falsos y acallen todo lo que pueda ser visto como obstáculo a proyectos miserables.

Es grave dejarse atrapar por los aplausos que anestesian. Aplausos del mal amigo que no nos advierte de ese vicio que poco a poco nos domina. Aplausos del mal compañero de trabajo que disfruta al ver que le imitamos en sus engaños al “jefe”. Aplausos de los seguidores en una red social (Facebook y similares) que ríen las tonterías que uno pone sin dejar espacio a descubrir la ridiculez escondida en esas líneas que empiezan a circular por Internet.

Para los personajes públicos, es muy peligroso y dañino recibir aplausos de grupos que se caracterizan por sus ideologías destructivas, por sus mentiras, por sus injusticias, por sus manipulaciones. O ser admirado por revistas y páginas de Internet que alaban conductas gravemente inmorales. O ser declarado personaje importante por quienes difunden ideas racistas o promueven modelos económicos que oprimen a los pobres.

Frente a tanto aplauso engañoso, un corazón humilde y sabio mira al cielo y hace la única pregunta que realmente importa: ¿vivo según lo que me ayuda a amar a Dios y a los hermanos? ¿Busco la verdad y la justicia? ¿Tengo como centro de mi vida sólo el reconocimiento que viene de Dios y de los amigos buenos?

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