Autor: Fernando Pascual
Alguien muere en el hospital
en circunstancias misteriosas. Surge la sospecha de errores en la atención del
enfermo. Empieza la búsqueda de culpables.
Un puente se desmorona en
pleno tráfico. Decenas de muertes. Inicia en seguida la investigación sobre los
responsables, incluso a través de un proceso judicial.
Es algo frecuente buscar
culpables de ciertos hechos humanos. Unos, más relevantes, exigen una tarea de
investigación compleja. Otros, más sencillos, tienen como centro de atención
situaciones cotidianas: ¿quién dejó encendida la plancha?
En la búsqueda de culpables a
veces miramos hacia el pasado. La actual crisis económica fue debida a los
errores de una generación que provocaron esa burbuja financiera que tanto nos
hace sufrir ahora.
Puede ocurrir que esa búsqueda
esté distorsionada de modo más o menos consciente. ¿Cuándo ocurre eso? Cuando
se busca en el pasado remoto una especie de exculpación de las
responsabilidades del pasado inmediato. O cuando se recurre a mitos que falsean
la historia y encuentran culpas donde no las hay.
En su libro “Imperiofobia y
leyenda negra”, María Elvira Roca Barea describe ese fenómeno, más difundido de
lo que pensamos, de encontrar las causas de males que nos afligen en pasado
remoto para ocultar responsabilidades en el pasado más inmediato o incluso en
el presente.
La idea aparece en diversas
ocasiones a lo largo de su libro. Por ejemplo, en el siguiente párrafo que
alude al tema del fracaso económico en Sudamérica:
“Culpar al Imperio español del
fracaso económico de Sudamérica es como achacar al Imperio romano lo que suceda
en la península Ibérica en tiempos de Atanagildo y Leovigildo (siglo VI), pero
el hábito inveterado de entrar en la historia del viejo imperio para buscar
culpables y juzgar, tanto los propios como los extraños, está demasiado
arraigado como para prescindir de él de pronto. Habría que renunciar a las
grandes ventajas que proporciona: exime de responsabilidad a los contemporáneos
y ofrece como chivo expiatorio a un enemigo que tenía ya una gran tradición
literaria e histórica como demonio causante de males. Una de las fuentes
nutritivas de la leyenda negra en particular, y de toda imperiofobia en
general, es ofrecer un confortable asiento a la autojustificación que busca
librarse de culpas o responsabilidades. Si la culpa es del Imperio español (o
del imperio que haya), es que no es mía” (María Elvira Roca Barea, “Imperiofobia
y leyenda negra”, Parte II, capítulo 7).
Buscar culpables en el pasado
con el deseo de eludir las propias responsabilidades es erróneo, como indica el
texto apenas reproducido. Se lleva a elaborar una historia desenfocada, incluso
ideológicamente deformada, y a ocultar responsabilidades más cercanas que
exigen ser estudiadas y afrontadas seriamente.
El camino de la historia
humana está lleno de acciones que tienen consecuencias. Individuar aquellas que
han provocado daños más o menos graves permite señalar a los verdaderos
responsables de los mismos, no solo para acusar a los culpables, sino también
para aprender a no repetir en el presente los errores del pasado.
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