26 de abril de 2021

Una extraña anomalía en el lenguaje inclusivo


Autor: Fernando Pascual

Diversas personas han señalado una extraña anomalía en el uso del lenguaje así llamado “inclusivo”. Tal fenómeno consiste en usar ese lenguaje en algunos contextos y en no usarlo en otros.

Así, los promotores del lenguaje inclusivo hablan de los europeos y las europeas, de los obreros y las obreras, de los campesinos y las campesinas, de los ciudadanos y las ciudadanas.

En cambio, se habla poco, y en algunos casos no se habla nunca, de los contagiados y las contagiadas, de los muertos y las muertas, de los corruptos y las corruptas, de los violentos y las violentas, de los asesinos y las asesinas.

¿En qué consiste la anomalía? En el uso del lenguaje inclusivo en contextos neutros o positivos, y en el no uso de tal lenguaje para palabras que pudieran tener una connotación negativa o menos simpática.

Habría que ver si tal anomalía es simplemente un resultado inconsciente de modos de hablar que se fijan en lo inclusivo para unos contextos y no lo ven relevante en otros contextos.

También podría tratarse de una opción consciente: usar el lenguaje inclusivo allí donde subrayar la existencia de la polaridad masculino-femenino parecería relevante y enriquecedora, y dejarla a un lado en contextos donde se supone que no tendría importancia alguna o que podría ser contraproducente.

O quizá simplemente se busca evitar alusiones a lo negativo cuando se habla de mujeres, para emplear tales alusiones solamente cuando se habla de hombres (o del genérico “los” que comprende a ambos sexos), con un deseo más o menos explícito de destacar lo malo solo respecto de lo masculino.

Sea cual sea el origen de esta anomalía, muestra que la opción reiterativa por emplear lenguaje exclusivo no solo a veces resulta artificiosa, sino incluso poco coherente con lo que podría ser su principio básico: reconocer que en todos los asuntos humanos, positivos o negativos, existen hombres y mujeres.

Lo cual era algo claro, y lo sigue siendo, en el uso “tradicional” del lenguaje, donde el empleo de ciertos plurales (las personas, los seres humanos, los estudiantes, los trabajadores, los participantes) o calificativos (los honrados, los delincuentes, los sinceros, los mentirosos) incluyen automáticamente tanto a los hombres como a las mujeres.

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