Autor: Renzo Buricchi (1913-1983)
La sabiduría no se ocupa de los intereses materiales,
mientras que la ciencia vive de esos intereses.
En la sabiduría, el dinero, la posesión y el dominio no
tienen ningún valor, porque surge de un modelo de vida completamente
desvinculado de la instrumentalidad de las cosas.
En cambio, al seguir la ciencia de forma exclusiva, al estar fascinado por lo que produce, puede ocurrir que poseer todo el mundo no sea suficiente, mientras que para el que sigue a la sabiduría, lo esencial le resulta más que suficiente.
Esta es la diferencia que se produce al ejercer una acción
que tiene su origen en la ciencia frente a la acción que proviene de la sabiduría.
Conscientes de ello, propongámonos que el bien que vamos a
hacer lo hagamos en el mayor de los secretos para no ser valorados por nadie,
dado que nuestra acción no está dirigida a recibir gratificación, ni ganancia,
ni reconocimiento de ningún tipo, porque los valores que crecen en el espíritu
llevan exclusivamente a dar sin pedir nada.
De este modo, todo lo que pidamos estará por encima de la
dimensión visible, y quien lograr actuar así, incluso se trate del más pobre
del mundo, aunque no deje de ser pobre, por la riqueza de la sabiduría que
entra en él se convierte en el más grande señor del mundo.
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