Autor: Fernando Pascual
A todos nos gusta tener algo nuevo. Hemos de reconocer, sin embargo, que no todo lo nuevo que llega a casa tiene una utilidad inmediata. Por eso es fácil que después de comprar cosas nuevas nos demos cuenta de que hemos despilfarrado un poco de nuestro dinero.
Las afirmaciones anteriores no quieren quitar el trabajo de los productores ni el de los vendedores. Quien produce desea conseguir una ganancia, y la ganancia no se logra si no hay ventas. Quien tiene una tienda o un gran almacén desea todos los días lograr buenos resultados (beneficios), y no hay beneficios si la gente empieza a ahorrar y deja de comprar... Si un día no se vende nada...
Entonces,
¿para qué puede servir un día internacional de “no comprar”? No se trata, lo
repetimos, de debilitar a las fábricas ni de dejar sin trabajo a millones de
personas. Tampoco se trata de retrasar las compras de hoy para hacer una doble
compra mañana. Lo que se puede hacer en un día como este es mirarnos a nosotros
mismos y ver qué es lo más importante en la vida, lo que más nos interesa, lo
que más queremos.
Puede
ser que vivamos preocupados por lo que tenemos, que vivamos para las cosas,
fuera de nosotros mismos y lejos de los demás. Un día para no comprar puede
convertirse, entonces, en un momento para dejar de lado las preocupaciones
materiales, las radios, las computadoras o las antenas. Un día para pensar en
lo que más importa: mis familiares, mis amigos, mis conocidos, los deseos más
profundos de mi corazón. Para pensar también en ese Dios que a veces queda como
olvidado en el baúl de los recuerdos infantiles.
Lo que
más importa es vivir para uno mismo y para los demás, no para las cosas. Esto
significa darse cuenta de que la principal riqueza soy yo mismo, es mi esposo o
esposa, son nuestros hijos. Vivir para uno mismo implica dejar de lado el deseo
de aparecer, de tener, de adquirir fuerza o poder. Sólo entonces podemos crecer
en lo que verdaderamente vale: el amor, la gratitud, el espíritu de trabajo, la
amistad, la alegría por los mil placeres de todos los días.
Vivir
para uno mismo es descubrir que podemos hacer algo para que el mundo sea un
poco mejor. No comprar una película con escenas violentas o de sexo ayuda a la
vida familiar y debilita un poco a productoras y distribuidoras que no saben de
escrúpulos ni de ética. No usar medicinas inútiles lleva a la reflexión a
empresas farmacéuticas, algunas tan preocupadas por sus ganancias que se
olvidan de los valores de sus clientes (incluso las hay que se dedican a vender
productos para que no nazcan más niños, o para matar a los que ya han sido
concebidos). No comprar juguetes en exceso aviva la imaginación de los niños,
que tienen más tiempo para la inventiva, para usar bien lo que ya hay en casa,
y para abrir los ojos al mundo fantástico de la naturaleza.
Un día
para no comprar puede ayudarnos también a valorar tantas cosas que tenemos.
Algunas quizá no las hemos usado casi nunca, y podríamos hacer un uso
inteligente de las mismas. Otras no nos sirven para nada, pero tal vez serían
muy útiles a otras personas que viven cerca de nosotros. Otras, quizá, las
usamos de vez en cuando y sería mejor no usarlas nunca...
La
sociedad nos ha acostumbrado a buscar un coche nuevo (y mejor), a tener un
frigorífico más potente, a usar el video o la computadora, a depender del
teléfono móvil. Curiosamente, mientras cada vez se dispone de más tiempo libre,
sentimos que no hacemos lo que realmente nos gusta, porque se acumulan tantas “necesidades”
superfluas que nos impiden ser felices de verdad, en lo más profundo del
corazón.
Basta
abrir un poco los ojos para darnos cuenta de que existen pueblos y barriadas de
nuestro país en los que los niños compran poco, pero viven felices y serenos.
Les basta un rompo y unos amigos para pasar horas y horas inolvidables. Cierto,
no tienen dinero para comprar bicicletas ni juegos electrónicos, pero tienen
ese sano espíritu con el que pueden estar con otros, sonreír tranquilos y
mirar, con sencillez, cómo los pájaros vuelan por los cielos y las ranas saltan
junto a los charcos.
Tener
demasiado no es sinónimo de vivir felices. No tener nada, ni siquiera para
comer, tampoco. Si los que tienen mucho de mucho diesen un poco a los que
tienen poco de poco, el mundo daría una vuelta de 180 grados. Los que más
tienen empezarían a quitarse cadenas que les inmovilizan y les hacen “cosadependientes”.
Los que nada tienen podrían disfrutar (si no se dejan llevar por la avidez) de
algunos inventos que son buenos, sí, siempre que los usemos con orden y con
sentido de solidaridad.
Un día
internacional para no comprar. Miremos la agenda. Es el último viernes de
noviembre. En un mes, 24 de diciembre, celebraremos la llegada de un Dios que
nació casi sin nada, pobre y sencillo, peregrino y necesitado.
Quizá su ejemplo nos pueda hacer más solidarios y más abiertos a las necesidades de todos, los que no tienen qué comer y los que necesitan no un regalo, sino la compañía de un amigo. Quizá así este día del no comprar se convierta en un día hermoso, enriquecedor, que nos haga ser más precisamente porque tenemos menos egoísmo y más tiempo para amar.
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