Autor: Fernando Pascual
Existe el peligro de quedar atrapados en urgencias que tienen un valor relativo, y olvidar las urgencias realmente importantes.
Es urgente pagar deudas. Es urgente encontrar un trabajo. Es urgente responder a una calumnia que puede destrozar la fama de un amigo. Es urgente impedir que algún político robe.
Pero lo más urgente para cualquier ser humano empieza cuando alguien ha cometido un pecado mortal y necesita recibir el perdón de Dios. Como también es sumamente urgente hacer todo lo que esté de nuestra parte para que la misericordia de Dios llegue hasta el corazón de un moribundo.
Las urgencias más urgentes se miden, por lo tanto, en nuestra relación con Dios y con la mirada puesta en el cielo. Vivir angustiados por los problemas de cada día y dejar de lado el destino eterno de cada existencia humana es haber perdido el sentido auténtico de nuestro peregrinar terreno.
Por eso, pondremos el esfuerzo necesario para ayudar en las tareas de casa, para atender al amigo que pide un préstamo “de vida o muerte”, para escuchar a una persona necesitada de consuelo. Pero no dejaremos de mirar hacia Dios para preguntarle: ¿cuáles son tus urgencias en este día? ¿Qué corazones necesitan un empujón decisivo para ser tocados por tu misericordia?
No podemos dejarnos engullir por lo inmediato, por en esos asuntos y tesoros de la tierra que son vulnerables al desgaste o que podemos perder por culpa de la habilidad de los ladrones (cf. Mt 6,19). Nuestra mirada, nuestro interés, nuestra urgencia más profunda, está en ese lugar donde hay un Padre que espera la llegada de cada uno de sus hijos.
A nuestros lectores y amigos, ¡feliz navidad!
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