Autor: Fernando Pascual
Un filósofo condenado a
muerte habla con sus amigos. Es el día de la ejecución de
Leer el Fedón sigue
siendo actual. Lo es porque toca el tema de la muerte y de
Platón nos ha dejado, con este diálogo, el testimonio, real o imaginario, de una lucha intelectual. Sócrates se siente seguro de sí, lleno de confianza, ante la muerte inminente. Todo ocurre el mismo día en el que deberá tomar la cicuta, en el que será ejecutado.
Sus amigos, en cambio, no soportan la idea de perder al maestro. Por lo mismo, no comprenden su aplomo, el dominio de sí mismo y la manera de pensar en la otra vida.
Con el Fedón, o sin él, también nosotros nos preguntamos por la otra vida, por lo que viene. Ante la muerte de un familiar o de un amigo, de un personaje famoso o de uno poco conocido, nos preguntamos si su existencia terminó, si sólo nos queda un cuerpo en descomposición. Queremos saber si el alma continúa, en otra vida, un camino de aventuras y esperanzas, de ansiedad o de satisfacción, de preguntas o de respuestas.
No tenemos una línea directa de comunicación habitual para conocer lo que hay tras la frontera de la vida terrena. No se da un contacto empírico, cierto, con los muertos, como el que podemos tener con el amigo que ha viajado a otra ciudad y nos llama por teléfono. La ciencia no tiene instrumentos para medir la dimensión transcendente, espiritual, de un alma que se separa del cuerpo.
El camino de la filosofía busca pruebas y argumentos, como los que ofrece Sócrates en un día cargado de emociones y despedidas.
El camino de la Revelación, de un posible mensaje divino, nos abre horizontes y nos desvela misterios. No se excluye este segundo camino en el Fedón, pero Platón no nos presenta ningún mensaje divino que resuelva el problema, y por eso centra su atención en los argumentos.
Al final de nuestro diálogo, Critón pregunta a Sócrates cómo quiere ser enterrado. Sócrates sonríe, entre malicioso y triste. Su respuesta es un mensaje de certezas: “no me quedaré después que haya muerto, sino que me iré abandonándoos”. En otras palabras, es como si dijera a su amigo: “Haz lo que quieras con mi cuerpo. Lo que se refiere a mí, a mi auténtico yo, a mi alma, ten por seguro que no podrás tocarlo, que no lo tendrás en tus manos después de la muerte, sino que escapará a otros mundos”.
El Fedón sigue siendo
un diálogo para reflexionar en ese misterio, el de mi muerte, el de la muerte
de cada ser humano. Nos ayuda a mirar al futuro para escrutar, entre tinieblas,
si un horizonte inicia tras el frío de
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