Autor: Fernando Pascual
El tiempo pasa. Cada persona escribe su historia. El pasado queda atrás, aunque deja huellas para el presente y pistas hacia un futuro más o menos determinable.
Al conocer la historia de un camino, notamos momentos de luz y de oscuridad, de alegría y de tristeza, de ilusiones y de miedos. También al mirar la propia historia, evidenciamos algunos momentos más o menos decisivos.
Sorprende constatar, al ver tantas historias, las diferencias. A veces pensamos que muchos viven existencias parecidas. Pero cuando se conocen los detalles y se escuchan los relatos, las divergencias resultan asombrosas.
Más allá de esas diferencias, hay dos datos que son comunes a todos. Uno, el inicio, que recordamos especialmente con una fecha de nacimiento que se ha convertido en el día de nuestro cumpleaños.
Otro, el final que se produce con la muerte, una frontera a la que nadie escapa, que muchos temen, que otros esperan, que para todos tiene una tonalidad de misterio ante lo que ocurre tras el último respiro.
Entre esos dos puntos comunes, cada día se escriben historias diferentes. A veces con letras sencillas, esas que caracterizan lo que llamamos días ordinarios. Otras veces con letras más vistosas, en momentos que consideramos como decisivos.
Todas y cada una de esas historias son conocidas de modo pleno solamente por un Dios que sabe lo que hay dentro del ser humano, que tiene en su corazón lo grande y lo pequeño que transcurre en nuestras vidas.
La mirada de Dios, que abarca tantas biografías, para nosotros muchas veces desconocidas o misteriosas, va más allá de lo que aparente, pues llega a lo profundo de las intenciones, de los deseos, de los propósitos, de lo más íntimo que hay en cada uno.
El tiempo sigue su camino sin descanso. Este día, desde decisiones de uno mismo o desde decisiones de otros, se siguen escribiendo millones de historias personales.
Mientras unos dejan de caminar y parten al encuentro con Dios, y mientras otros inician su aventura terrena al ser concebidos como hijos, nuestra mirada se sorprende ante la diversidad de historias y la semejanza de lo que nos hace humanos: existir por haber sido amados, y estar llamados a la maravillosa aventura de amar...
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