Autor: Fernando Pascual
Los hombres y las mujeres de nuestro mundo tecnológico han conseguido un enorme control sobre la propia reproducción. La anticoncepción permite a muchísimas personas vivir la sexualidad con la “certeza” de que no llegarán a la pareja nuevos hijos. El aborto elimina cada año a millones de seres humanos que son tratados simplemente como “errores anticonceptivos”, como “embarazos no deseados”, como hijos no amados. La fecundación artificial “produce” en laboratorio o con métodos indignos del ser humano la llegada de hijos, no pocas veces con técnicas de selección de calidad en la que son escogidos los embriones “mejores” y son eliminados o excluidos los embriones “peores”.
Una de las últimas fronteras alcanzadas en este control tecnológico sobre la vida consiste en producir embriones “a la carta”, con aquellas características deseadas por los padres. A veces se escogerá su sexo, otras veces algún aspecto físico, otras su salud, otras su compatibilidad para curar a un hermano pequeño o a algún otro familiar.