Autor: Álvaro Correa
“Quemad viejos leños, bebed viejos
vinos, leed viejos libros, tened viejos amigos”, decía el Rey Alfonso X el
Sabio.
Quizás esto suene extraño en algunos
oídos, sin embargo, es una invitación amable para valorar la experiencia y
sabiduría de las personas mayores, la historia sobre la que se apoya nuestro
presente, y la conveniencia de pedir consejo antes de echar a andar las
novedades.
Cada generación es como un escolar de
primaria, necesitada de paciencia para escuchar y
de empeño para ejercitarse, antes de asumir posturas definitivas. Los borrones
y las tachaduras de la historia, a nivel personal e institucional, muchas veces
nacen de la precipitación y de la mirada olvidadiza del bien recibido y de las
lecciones ya dadas en el pasado.
Valoremos la
prudencia de acudir a “lo viejo”, pues nos ayudará a discernir sobre la
conveniencia de introducir cambios de ruta en nuestra manera de pensar y de
comportarnos.
Nuestra piel
joven debe acariciar aquella arrugada de los que se han desgastado por darnos
la vida. Seremos “sabios” como el Rey Alfonso, si sumamos nuestra fuerza joven
a la experiencia de los “viejos”.
Al cabo de unas
décadas, los jóvenes de hoy seremos los ancianos del mañana; así que estamos en
el dulce momento de acumular sabiduría, experiencia, virtud e ilusiones.
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