18 de septiembre de 2017

Gente sorprendente

Autor: Álvaro Correa

Desde que el hombre tuvo que ganarse el pan con el sudor de su frente, la humanidad trabaja. En circunstancias normales nuestro primer punto de referencia fue el empleo que ejercía nuestro propio padre y quizás éste fue la inspiración inicial o la chispa que encendió la profesión que desempeñamos hoy.

Cierto, no necesariamente pisamos las mismas huellas, pero nuestro hogar fue el trampolín de lanzamiento hacia el mundo laboral. En este sentido, algunas personas, por lo general empeñada en oficios manuales, han llegado a un grado increíble de habilidad.


Nos encanta verlos y numerosas grabaciones de sus talentos especiales corren por las redes sociales. Hay de todos tipos: albañiles, cocineros, repartidores de bombonas de gas, empaquetadores, personal de correo y de limpieza, pescadores, jardineros, etc.

Es gente sorprendente que manifiesta una eficacia fuera de lo común en una determinada labor. No parece viable que todos lleguemos a esos niveles, fruto de talento y experiencia, pero sí nos sentimos invitados a ser más eficaces en el ejercicio de nuestra profesión; eficaces no por el mero hecho de producir como máquinas, sino en respuesta a nuestra vocación cristiana que nos pide dignificar y santificar el trabajo.


Seamos conscientes de que el fruto de nuestras labores es para beneficio de los demás. Nuestro prójimo espera lo mejor de nuestros talentos.

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