29 de julio de 2019

General con alma sin arrugas


Autor: Álvaro Correa

El general Douglas MacArthur es, sin duda, uno de los más recordados de la Segunda Guerra Mundial. Ejerció con tenacidad y astucia su cargo de comandante supremo aliado en el Frente del Pacífico.

Pues bien, en fechas recientes ha sido llevada a las pantallas la épica batalla de Incheon, ocurrida entre el 15 y 19 de septiembre de 1950. El objetivo, nada fácil, consistía en liberar la zona ocupada por las fuerzas norcoreanas.

El general, superadas las dificultades para hacer aprobar su estrategia, pudo llevarla a cabo y, tras la victoria, logró replegar al ejército enemigo, debilitar el asedio militar sobre el Perímetro de Pusán y retomar el control de Seúl, la capital surcoreana.


Hazañas de tal envergadura ponen a prueba toda la capacidad de decisión de un hombre. En este contexto bélico, la película pone en labios de MacArthur (interpretado por Liam Neeson) unas expresiones cuya autoría desconocemos, pero que condensa el espíritu que animaba al gran General:

“No daremos marcha atrás. Hace mucho tiempo me prometí que viviría como si esperara vivir para siempre. Nadie envejece simplemente por vivir cierto número de años. La gente envejece sólo por abandonar sus ideales. Los años pueden arrugar la piel. Sin embargo, cuando renuncias a tus ideales se arruga el alma. Ésta no será mi última campaña…”.

No hay pierde en estas palabras. De hecho, son los ideales los que apuntalan la vida de un hombre, los que fortalecen su alma ante los desafíos, los que marcan la dirección de sus decisiones.

Sin ideales, en efecto, el alma de un hombre se arruga y envejece enviciando el sabor estupendo de la existencia misma. Todo ideal, entendido como un bien deseado, será tanto más noble cuanto más puro y elevado sea por el amor.

En este sentido, el mayor ideal de la vida es Dios mismo, autor de todo don perfecto. Desde Él, como manantial, emanarán los demás ideales acomodándose como peldaños para hacernos progresar día a día.

¿Qué metas o ideales alimento en mi vida personal, familiar y profesional? ¿Qué motivaciones me alzan cada mañana para aprovechar el día desde el primer momento? ¿Qué convicción es más fuerte en mi interior ante toda sombra de desaliento, indiferencia o desesperación?

Aspiremos a lo mejor, como los alpinistas que tienden a la cumbre más elevada; así superaremos el conformismo y los espejismos de nuestra actual sociedad del consumo.

De hecho, es fácil distinguir a quienes se guían por grandes ideales, porque son personas a las cuales parece que la vida no les alcanza para hacer el bien que anhelan, aunque, de hecho, lo hacen con admirable generosidad y perseverancia.

Y así, con el pasar de los años, será su cuerpo el que se consuma y arrugue, pero no su alma, pues viven la eterna juventud de los enamorados.

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