Autor: Fernando Pascual
Las fotos tienen un lenguaje
peculiar. Recogen aspectos de la vida que alegran o que entristecen, que
exaltan o que irritan, que ayudan a la paz o a la guerra. ¿Por qué? Porque las
fotos reproducen, con objetividad implacable, aspectos de la realidad.
Existen, sin embargo, fotos
que ocultan la realidad, que manipulan la historia, que engañan a la opinión
pública. Un caso triste, y todavía actual, ocurre cuando las fotos son un
simple montaje, o están escogidas con habilidad para provocar emociones e ideas
que sirvan a los intereses de corazones envilecidos.
Dejemos de lado el caso de
las fotos manipuladas para fijarnos en otro más sutil y a veces olvidado. ¿De
qué se trata? A veces las fotos, objetivas y frías, reales y crudas, son un
espejo de aspectos trágicos de la realidad. Pero sólo de algunos aspectos.
Esas fotos, repetidas miles y
miles de veces, consiguen un efecto narcótico al dejar cubiertas por la
oscuridad otras realidades que ni aparecen ni son observadas por los medios de
comunicación.
Pensemos en algo imaginado,
aunque muy cercano a hechos de nuestro tiempo. Una guerra. Las fotos recogen
imágenes reales de niños muertos por culpa de uno de los bandos contendientes.
Fotos que se convierten en una acusación indiscutible contra crueldades que
merecen ser castigadas.
Mientras, sin fotógrafos,
personas del otro bando comenten fechorías sin nombre, sobre niños y sobre
ancianos, sobre hombres y sobre mujeres. El mundo de la imagen reproduce una y
otra vez las primeras imágenes y guarda un silencio total, casi narcotizante,
sobre los otros hechos, precisamente porque... no hay imágenes.
Resulta utópico suponer que
habrá cámaras para recoger cada injusticia que se comete en nuestro planeta.
Pero resulta necesario abrir los ojos y los corazones para no olvidar dramas
humanos que permanecen ocultos por falta de fotógrafos.
La realidad es mucho más
compleja y más difícil de lo que puedan decir fotos que impactan a la opinión
pública.
Sabemos, desde la fe, que
existe un Dios que sí conoce lo que ocurre más allá de selecciones subjetivas y
de propagandas bien organizadas. Ese Dios no dejará sin castigo aquellas
injusticias que muchos nunca conocieron, ni dejará sin consuelo a tantas
víctimas inocentes e ignoradas de la larga y confusa historia humana.
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