Autor: Fernando Pascual
Entre las diversas maneras de entender el mundo y la historia, hay dos radicalmente diferentes entre sí.
Según la primera visión, los elementos del mundo, la materia con sus leyes, gobiernan todo el universo, deciden la marcha de la historia.
A esta visión se contrapone la visión cristiana, para la cual el mundo y la historia se explican desde un Dios personal, no desde lo simplemente físico.
Así lo explicaba el Papa Benedicto XVI en su encíclica “Spe salvi”:
“No son los elementos del cosmos, las leyes de la materia, lo que en definitiva gobierna el mundo y el hombre, sino que es un Dios personal quien gobierna las estrellas, es decir, el universo; la última instancia no son las leyes de la materia y de la evolución, sino la razón, la voluntad, el amor: una Persona” (“Spe salvi” n. 5).
Cada ser humano, de modo más o menos explícito, actúa según su manera de concebir el universo. Algunos están más cerca de la primera visión: la materia, la energía, lo explican todo, incluso los actos que llamamos libres. Otros piensan y viven con la certeza de la existencia de una Persona que se interesa por el mundo y por los hombres.
El texto antes citado continuaba así para explicar mejor esta idea:
“Y si conocemos a esta Persona, y ella a nosotros, entonces el inexorable poder de los elementos materiales ya no es la última instancia; ya no somos esclavos del universo y de sus leyes, ahora somos libres. [...] La vida no es el simple producto de las leyes y de la casualidad de la materia, sino que en todo, y al mismo tiempo por encima de todo, hay una voluntad personal, hay un Espíritu que en Jesús se ha revelado como Amor” (“Spe salvi” n. 5).
Este día ocurrirán muchos acontecimientos, algunos más sencillos y “ordinarios”, otros más importantes y novedosos. Pero en el sucederse de los hechos que escriben continuamente la historia humana, existe un sentido último, una verdad que ilumina y da plenitud a todo.
Desde ese sentido, los creyentes dejamos a un lado la visión determinística, que supone la presencia férrea de leyes inexorables. Y asumimos la visión que admite la existencia de un Dios personal que funda y explica nuestra libertad.
Esa libertad permite construir nuestras relaciones y explica lo que amamos. Esa libertad puede llevarnos al drama del pecado o, al acoger a Dios, nos conduce al mundo de la verdadera amistad con Dios y con los hermanos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario