Autor: Fernando Pascual
En los grupos (familia, amigos, trabajo) no es difícil encontrar una figura particularmente incómoda: el censor.
¿Qué tipo de persona es el censor? Es un hombre o una mujer que se considera en grado de evaluar continuamente las acciones, y también las intenciones, de quienes están cerca o están lejos.
Así, el censor señala pereza e incompetencia de este jefe de trabajo. En el vecino del piso de arriba descubre soberbia y ambiciones de mando. Denuncia actitudes de intolerancia en el primo. Insinúa que en ese político tan famoso hay una disposición a traicionar a todo el que se le acerque.
¿Por qué hay personas que asumen el papel de censores? Los motivos pueden ser variados. Quizá se sienten con una cultura y una honestidad superiores que les permite juzgar a los demás. Otras veces imaginan poseer una perspicacia peculiar con la que son capaces de leer los actos del prójimo. En ocasiones el censor aparece cuando uno supone haber alcanzado la suficiente experiencia y edad como para ubicarse en un nivel superior a los demás. O, simplemente, un censor nace desde una psicología no sana que goza al encasillar, muchas veces con críticas mordaces, a todo el que le resulte más o menos antipático.
Encontrarse con un censor no es muy agradable. Tememos caer en falta ante sus ojos escrutadores, ser señalados por una palabra de más o por un gesto imprudente, sucumbir ante una crítica que puede llegar lejos e incluso herir hondamente nuestra buena fama.
Si somos sinceros, en ocasiones, con mayor o menor conciencia, nosotros mismos hemos empezado a ser censores de otros. Es decir, eso que nos molesta e inquieta cuando encontramos a un censor “profesional”, no pocas veces anida dentro de nosotros y nos lleva a encasillar a familiares, amigos y conocidos.
Por eso, antes de censurar a los censores, hemos de preguntarnos si nosotros mismos no hemos caído en actitudes desviadas que nos convierten en críticos de todo y de todos.
Un modo correcto y sereno de ver a las personas y los acontecimientos nos abrirá la mente y el corazón para reconocer que muchas veces no sabemos lo que hay dentro del alma de los otros. Adoptaremos, entonces, una actitud que nos aparte de críticas injustificadas, y aprenderemos a respetar y comprender mejor a quienes viven cerca o lejos.
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