4 de enero de 2021

Una bomba en Frankfurt


Autor: Rodrigo Fernández de Castro

El domingo 6 de diciembre de 2020, en la ciudad de Frankfurt, Alemania, cerca de 13 mil personas fueron evacuadas, tras encontrar una bomba de la Segunda Guerra Mundial, la cual no explotó durante el conflicto bélico. Los equipos especializados trabajaron por varias horas para desactivar el artefacto y evitar que se pudiera producir un accidente que costara vidas.

Este hecho, además de impresionarme pues jamás me hubiera imaginado que después de tantos años se pudieran seguir encontrando bombas de la Segunda Guerra Mundial, me hizo reflexionar en la gran analogía que podemos encontrar con respecto a nuestra vida como católicos.

Hay momentos en la vida en que afrontamos crisis fuertes. Son como esas guerras en la que el bien y el mal, el hombre viejo y el hombre nuevo (cf. Ef 4,22-24), se enfrentan dentro de nosotros mismos.

El enemigo de nuestra felicidad, el demonio, lanza continuamente bombas de tentaciones al territorio de nuestro corazón: son las bombas del desánimo, de la duda, del cansancio. Algunas, tristemente, explotan, ocasionándonos daños y heridas; otras, quizás, cayeron sin explotar, pero atentos: siguen ahí, con riesgo de que en algún momento de nuestra vida exploten.

De ahí la importancia de vivir en continua vigilancia, de encontrar esas bombas que no han explotado, pero que podrían explotar y dañarnos si nos descuidamos, para desactivarlas a través de una renovada vida de oración y de penitencia. «Velad y orad, para que no caigáis en tentación» (Lc 21,34).

¿Qué bombas desactivadas pueden estar hoy en el territorio de mi corazón? ¿En qué zonas de mi alma puede haber riesgo de la presencia de una bomba? Sería muy bueno detenernos a realizar un examen de conciencia y qué mejor que hacerlo en estos días de adviento.

Ojalá que, si encontramos esas bombas, no nos hagamos de la vista gorda, no las sepultemos con miedo, desgana o indiferencia, como si no pasara nada. Una bomba puede destruir nuestra vida, nuestra felicidad, nuestra familia.

Tengamos valor para desactivar esas situaciones que nos ponen en riesgo de destruir el terreno sagrado de nuestro corazón. Confiemos en que en esta batalla contaremos con la gracia de Dios, a ejemplo de san Pablo que una y otra vez recordaba: «Todo lo puedo en Aquel me conforta» (Flp 4,13).

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Nota de la redacción: deseamos a los lectores muy feliz año 2021.

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