Autor: Fernando Pascual
Algunos interpretan las opciones religiosas como algo que depende del contexto cultural en el que se nace, o como si fueran el resultado de preferencias subjetivas más o menos relacionadas con los sentimientos, o desde situaciones mentales originadas a partir de experiencias del pasado.
Sin embargo, existen personas que buscan sinceramente, en sus opciones religiosas, acercarse a la verdad. Porque saben que lo subjetivo no garantiza ningún contenido válido, o que lo cultural puede llevarnos a errores.
En
los temas religiosos, no podemos dejar de lado la discusión y el estudio sobre
la verdad o la falsedad que puedan caracterizar a esta o a aquella religión
concreta.
El
ser humano no se contenta con apariencias. Esto vale para todos los ámbitos:
desde los más prosaicos y cotidianos, hasta los que implican el modo de
interpretar el sentido de la vida y lo que pueda ocurrir más allá de la muerte.
Ya
san Agustín recordaba cómo no nos limitamos a escoger un zapato que parezca
bueno, sino que deseamos y buscamos un zapato que sea bueno de verdad.
Si
nos interesa la verdad sobre el zapato, o sobre un teléfono celular, o sobre la
sinceridad de un amigo, mucho más nos interesa conocer, entre las religiones
que existen, cuál sea la verdadera.
Buscar
la verdad sobre las religiones no implica despreciar a quienes admiten una u
otra religión. Al contrario, quien es sincero en su búsqueda religiosa lo hace
precisamente porque considera la grandeza de la dignidad humana, que radica,
entre otras cosas, en su amor hacia la verdad.
Nadie
puede ver con indiferencia la existencia de tantas religiones, precisamente
porque todos deseamos, por naturaleza (como enseñaba Aristóteles), conocer la
verdad.
Solo
desde el conocimiento verdadero resulta posible tomar buenas decisiones y
llevar a adherirnos a aquella religión que, precisamente en cuanto verdadera,
resulte relevante para cualquier vida humana.
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