Autor: Celso Júlio da Silva
El papa Francisco ha sorprendido el
mundo con su maravillosa peregrinación a Tierra Santa. El momento fuerte de la
visita fue, no cabe duda, aquel abrazo fraterno entre
Francisco y Bartolomé I después de cincuenta años del abrazo fraterno entre
Pablo VI y Atenágoras en 1964.
Sin embargo, la peregrinación del papa
Francisco fue más allá de lo previsto. Con gestos impregnados de sentido, con
palabras claras, sencillas y directas, con la sonrisa natural que le
caracteriza, Francisco supo encontrarse y dialogar con el mundo de la política
y de las religiones, respetando y pidiendo respeto. En primera persona, impulsó
las exigencias de la Nueva Evangelización en la dimensión social contenidas en
su Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”.
Los pasos firmes de Francisco por la
Tierra donde Jesucristo caminó demuestran tres características importantes del
Santo Padre: es el Papa del encuentro, el Papa de la paz, y el Papa del
diálogo.
1. El Papa del encuentro
Francisco se dirigió a Tierra Santa como
peregrino para encontrarse con la realidad de aquella tierra en la que tres
religiones monoteístas buscan una convivencia armónica y pacífica. Saliendo al
encuentro de cada hombre, estrechando la mano tanto de los ricos como de los más
pobres y sufrientes, nos recordó que somos peregrinos en esta tierra y que-esto
es importante-peregrinamos juntos. De antemano no quiso un papamóvil blindado y
cerrado, sino abierto, para estar en medio de la gente, como Pastor de la
Iglesia de Jesucristo “con olor a oveja”.
Francisco está siendo el Papa del
encuentro que abraza los sufrimientos y las alegrías, los sueños y las esperanzas
de toda la humanidad. Abraza la vida real de la gente, haciéndose cercano y
especialmente un verdadero amigo. Es el Papa del encuentro porque es el Papa
Amigo. Jamás olvidaremos las imágenes de los gestos más bellos de Francisco, “son
los mejores gestos porque salen espontáneos” (comentó Francisco a la prensa
durante el vuelo de vuelta a Roma). Cuando oró delante del muro que separa
Israel y Palestina, oró allí con el sufrimiento de aquel pueblo. También escuchó
y compartió la vida y el dolor de los refugiados e discapacitados, sobre todo
de los niños.
No nos olvidaremos de aquel abrazo tan
significativo delante del muro de los lamentos, abrazo entre cristianos, judíos
y musulmanes, un gesto que nos dice claramente que no existe nada que impida el
respeto y el aprecio entre tres religiones que adoran a Dios Creador del cielo
y de la tierra. Una vez más, la cultura del encuentro cultivada con humildad,
alegría, solidaridad por el papa Francisco en persona es una invitación para
romper la cultura del individualismo y del egoísmo que predominan en nuestra
época y en nuestra sociedad, mostrando que la Nueva Evangelización de parte de
la Iglesia consiste en la Iglesia en salida, con valentía y con un nuevo e
impulsado dinamismo.
2. El Papa de la paz
Las palabras del Evangelio están
profundamente enraizadas en el corazón de Francisco: “bienaventurados los que
promueven la paz” (Mt 5.9). La paz es
un trabajo artesanal, se construye cada día. Cuántas industrias de guerra y de
armas surgen hoy en nuestro mundo, mientras “no existen industrias de paz”-aclaró
el Pontífice- pues la paz depende de cada uno desde lo más hondo del corazón:
“vencer el mal con el bien”. La paz es un arte que “no consiste en el silencio
de las armas, no es contener para no llegar a una guerra”. Es difícil y triste
tener que cargar un arma para defenderse y matar, pero es más difícil aún abrir
el corazón y suplicar con humildad la tan anhelada paz que este mundo necesita.
Por eso, el papa Francisco es un valiente, un promotor incansable de la paz.
El grito ensordecedor del dolor y del
sufrimiento que surge desde aquellas tierras llegó al corazón del Papa y a los
gobernantes tanto de Israel como de Palestina. A ellos dirigió una invitación
de paz: “desde lo más profundo de mi corazón… deseo decir que, por el bien de
todos, ya es hora de poner fin a esta situación, que se vuelve cada vez más
inaceptable… Llegó el momento de que todos tengan la audacia de la generosidad
y la creatividad al servicio del bien, el valor de la paz, que se apoya en el
reconocimiento, de parte de todos, del derecho de dos Estados de existir y de
disfrutar de la paz y de la seguridad dentro de unos confines reconocidos
internacionalmente” (Discurso a las
autoridades Palestinas, 25 de mayo de 2014). También en Tel Aviv (Israel) suplicó:
“deseo hacer una invitación al señor presidente de Palestina Mahmoud Amas para
rezar por la paz. Ofrezco mi casa en el Vaticano para acoger este encuentro de
oración… Construir la paz es difícil, pero vivir sin paz es un tormento” (Discurso en la ceremonia de bienvenida,
25 de mayo de 2014).
Respecto a una convivencia pacífica y
respetuosa entre judíos, cristianos y musulmanes el Papa no pensó dos veces en
decir que “se debe rechazar firmemente todo lo que se opone al objetivo de la
paz y de una convivencia respetuosa entre judíos, cristianos y musulmanes: el
recurso a la violencia o a las manifestaciones de intolerancia contra personas
o lugares de culto judíos, cristianos y musulmanes”. Y concluyó: “paz a Israel
y a todo Oriente Medio. Shalon!” (Discurso
al presidente Shimon Peres, 26 de mayo de 2014). Al llevar con el corazón
un ardiente deseo de paz, Francisco puso en práctica lo que él mismo escribió
en la Evangelii Gaudium: “a tal finalidad es necesario confiar el corazón al
compañero de camino sin sospechas, sin desconfianzas, y, sobretodo, mirar
aquello que todos buscamos: la paz en el rostro del único Dios”.
3. El Papa del diálogo
En un mundo cada vez más individualista
y cerrado a las propias ideas y convicciones personales, el papa Francisco ha
mostrado que es posible realizar un diálogo amigable y respetuoso, a pesar de
las diferencias de ideas, de creencias, de puntos de vista y de tradición
religiosa. No sintió ningún temor al acercarse y dialogar como un amigo y como
un hermano tanto de judíos como de musulmanes y supo valorar y respetar la
riqueza de ambos. “La verdadera apertura implica mantenerse firmes en las
propias convicciones más profundas, con una identidad clara y gozosa, pero
abiertos para comprender las convicciones del otro y sabiendo que el diálogo
puede enriquecer a todos. De nada sirve una apertura diplomática, que dice sí a
todo para evitar los problemas, porque sería una manera de engañar al otro…” (Evangelii Gaudium).
En este caso, fue de enorme relevancia
la visita del Papa a la Explanada de las Mezquitas, y justas fueron las
palabras conclusivas dirigidas a la comunidad musulmana: “queridos amigos,
desde este lugar santo lanzo un vehemente llamamiento a todas las personas y
comunidades que se reconocen en Abraham. Respetémonos y amémonos los unos a los
otros como hermanos y hermanas. Aprendamos a comprender el dolor del otro. Que
nadie instrumentalice el nombre de Dios para la violencia. Trabajemos juntos
por la justicia y por la paz. Salam!” (Discurso
al Gran Muftí de Jerusalén en la Explanada de las Mezquitas, 26 de mayo de
2014).
El Espíritu Santo, en el fondo de este
intento de diálogo y de apertura, sigue soplando donde Él quiere. El papa
Francisco, guiado por este Espíritu, está sabiendo descubrir esa maravilla,
dialogando con las diversas realidades, reflejando con el propio testimonio lo
que es una Iglesia en pleno Pentecostés, siempre en salida, en misión,
reconociendo que la paz y el respeto, especialmente en la convivencia
interreligiosa, son posibles.
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