Autor:
Fernando Pascual
En
las discusiones se usan argumentos buenos, otros malos, otros engañosos. Un
argumento que aparece de vez en cuando consiste en rebatir una idea porque “eso
era antes”.
Detrás
de esa frase se esconde una idea sencilla: en el pasado aceptaban algo como
bueno, pero el mundo ha progresado mucho desde entonces...
Ese
argumento supone un dato incontestable: en muchos temas el conocimiento humano
ha progresado hasta el punto de desmentir teorías e hipótesis equivocadas.
Basta con recordar cómo durante siglos la gente admitía el geocentrismo y hoy
esa teoría ha quedado ampliamente rechazada.
Sin
embargo, algo admitido en el pasado no se convierte automáticamente en un error
porque ahora pensamos de otra manera.
Veamos
algunos ejemplos concretos. A inicios del siglo XX hubo autores muy “modernos”
(materialistas, librepensadores) que defendieron propuestas e ideas racistas, o
que supusieron que la anatomía determinaba los comportamientos humanos. Basta
con recordar al italiano César Lombroso, al que está dedicado un museo en la
ciudad de Turín...
Hay
pueblos y culturas que cambian sus principios y sus convicciones con el paso
del tiempo. Pero suponer que lo nuevo automáticamente descalifica como erróneo
a lo antiguo es simplemente falso. Lo único que el cambio muestra es la
posibilidad de dejar unas ideas y de asumir otras, pero no dice que las ideas
antiguas fueran peores que las nuevas, ni que éstas impliquen un avance hacia
lo mejor.
Por
desgracia, hay dictadores e ideólogos (tipo Hitler, Lenin, Stalin o Mao) que
usaban y usan con gusto el argumento del “antes estaban equivocados y ahora
vivimos según la verdad y la justicia”. También hay quienes, en el mundo de la
política, de la cultura, de la investigación científica, asumen el dogma de que
lo nuevo anula y descalifica a lo antiguo y viejo como erróneo.
Una
mirada serena a la historia humana muestra cómo las convicciones mejoran o
empeoran, llevan hacia el bien o hacia el mal, ayudan o destruyen. El criterio
de la verdad no radica, por tanto, en la suplantación de lo viejo por lo nuevo.
Lo
verdadero, lo bueno, lo justo, lo bello, valen en cualquier época, para
cualquier ser humano, sin distinciones de espacio o de tiempo. El que existan momentos
oscuros (ayer, hoy, seguramente también mañana) en los que lo falso domina
prueba cómo los seres humanos están expuestos al error y a la injusticia en
todas las épocas.
Por
eso, cualquier esfuerzo por indagar dónde esté la verdad, independientemente de
quién, cuándo y cómo la diga, es digno de respeto y merece ser apoyado por
todos aquellos hombres y mujeres que viven sin prejuicios engañosos hacia el
pasado y que saben acoger lo bueno venga de donde venga, también si fue
defendido en un “antes” lleno de sorpresas y de tesoros desconocidos.
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