Autor: Álvaro Correa
Comenta San Bernardo que “el
desconocimiento propio genera soberbia; pero el desconocimiento de Dios genera
desesperación”.
Apliquémoslo positivamente y encontremos
un camino para la paz del alma: “el conocimiento de sí mismo genera humildad y
el conocimiento de Dios genera esperanza”.
¡No podemos vivir sin humildad y sin
esperanza! Sin estas dos virtudes la vida misma perdería su color y el
pesimismo encontraría el camino abierto para enturbiar la ilusión del corazón y
viciar las relaciones con los demás.
El conocimiento de nosotros mismos y de
Dios tiene su clima propicio en la oración. De rodillas ante Jesús Eucaristía
sabemos quiénes somos y quién es Él. La paz del alma es el primer fruto de
nuestra amistad mutua.
“La paz os dejo, mi paz os doy; no os la
doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn 14 27).
Vale la pena el esfuerzo, especialmente
cuando sentimos que tiembla la llama de nuestra ilusión, de la tranquilidad.
La paz del alma no es fruto del
bienestar, ni del triunfo económico o social… No reside en el bolsillo. La paz
florece en el corazón porque es un don de Dios.
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