Autor: Álvaro Correa
Fuente: Curiosidades y bendiciones
Nos ha tocado ser testigos de la
construcción de los primeros puentes de cristal en el mundo. Penden sobre los
miradores excepcionales del Gran Cañón (USA), del glaciar de Alberta (Canadá)
y, el más reciente, sobre un acantilado en el Parque Geológico Nacional
Shiniuzhai (China).
Damos por cierto que son el inicio de
muchos que vendrán. Ahora bien, hay quien dice que estos puentes son
“absolutamente aterradores”, pues aunque los paneles de cristal pueden sostener
un peso medio de 4500 kilos, la persona que camina encima avanza con las
piernas temblando mientras revolotea en su interior el temor de que se rompa a
sus pies.
Estos puentes de cristal nos permiten
volar sin alas, despegarnos del terreno al que estamos anclados cada segundo de
la vida, saborear las cumbres que escapan a nuestras manos, ver con ojos de
águila una perspectiva nueva del mundo increíble que Dios nos ha regalado…
En esa experiencia las personas
abandonan toda pretensión y suelen caminar unidas de la mano, arropadas en el
mismo sentimiento de fragilidad. Parece que conforme más nos elevamos de la
tierra, mejor comprendemos la necesidad que tenemos unos de otros.
¡Ojalá todo el mundo fuera un puente de
cristal! Aunque, pensándolo bien, ¿nuestra vida no es acaso un puente entre el
mundo y la eternidad?
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