Autor: Álvaro Correa
Algunas personas han concebido ciertas
ideas que no dejan de sorprender por los márgenes que rompen. Se generan con
una mezcla alquimista de afán de notoriedad, de superstición y de esas
momentáneas locuras que cualquier mortal puede tener.
Quizás hemos escuchado la noticia del
joven que quiso asistir a su graduación dentro de un ataúd o de la novia que se
presentó a su boda de igual manera; de la moda reciente en Bangkok de tomar un
café dentro de esa caja de muertos o de los enterradores que se casaron dentro
de la misma.
Y bien, ahora resulta que Six Flags
premiará a quien permanezca 30 horas dentro de un ataúd con ocasión de su
séptimo festival del Terror. Ciertamente serán “muertos” con algunos
privilegios de vivos (comida, celular, etc.) y monitoreados para su seguridad.
Quienes lo consigan recibirán un premio
económico, 1 Monster Pass para las 10 atracciones de terror y 2 Pases Anuales
Gold. El reto ha entusiasmado y son miles las personas que disputan por su caja
de muertos.
¿Qué podemos pensar de esto? ¿Se trata
de un juego inocente? Si finalmente se celebra, deseamos a las seis personas
elegidas que perteneciendo todavía al reino de los vivos aprovechen el tiempo
para meditar profundamente en la seriedad de su existencia y en el valor
preciosísimo de su tiempo de cara a la eternidad.
Ojalá que no dejen enterradas esas 30
horas de su vida sin fruto alguno. Si el reto se lleva a cabo, como una locura
más de nuestra sociedad, que los muertos-vivos o vivos-muertos, depende, tengan
un momento de elevación espiritual para hacer también el “ensayo” de su
encuentro con Dios, creador de cielos y de la tierra.
Y, siendo posible que el tiempo corra
lentamente, porque de hecho el reloj se para dentro de los ataúdes, que lean
“La dama del alba” de A. Casona. En esa obra de teatro la muerte, protagonizada
por la Peregrina, sostiene un diálogo final con Angélica para cortar
definitivamente las cuerdas de su vida terrena:
PEREGRINA.—¡Todo el secreto está ahí!
Primero, vivir apasionadamente, y después morir con belleza. (Le pone la corona
de rosas en los cabellos). Así…, como si fueras a una nueva boda. ¡Ánimo,
Angélica…! Un momento de valor, y tu recuerdo quedará plantado en la aldea como
un roble lleno de nidos. ¿Vamos?
ANGÉLICA (Cierra los ojos).—Vamos.
(Vacila al andar).
PEREGRINA.—¿Tienes miedo aún?
ANGÉLICA.—Ya no… Son las rodillas que se
me doblan sin querer.
PEREGRINA (Con una ternura
infinita).—Apóyate en mí. Y prepara tu mejor sonrisa para el viaje. (La toma
suavemente de la cintura). Yo pasaré tu barca a la otra orilla…
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