Autor: Álvaro Correa
Los relojes de sol datan de tiempos
remotos. Fueron usados por los babilonios y egipcios, por los griegos y
romanos...
Indagar en su origen y mecanismo es algo
sumamente interesante. Bastaría saber que el obelisco de la plaza de San Pedro
en el Vaticano, el de la Concordia en París, o el del Hipódromo de
Constantinopla son el llamado “gnomon” (índice) cuya sombra indica la posición
del sol sobre una escala.
Algo igualmente interesante es analizar
las frases latinas escritas en esos mismos relojes y que posteriormente se
acuñaron en los campanarios de varias iglesias.
Una de las más conocidas es la siguiente:
“Omnes feriunt, ultima necat” (Todas las horas hieren, la última mata), así
como otras versiones con idéntico sentido: “Vulnerant omnes, ultima necat” y
“Laedunt omnes, ultima necat”.
En cuatro palabras se nos ofrece un
camino largo para reflexionar sobre el paso del tiempo, sobre nuestro desgaste
de hora en hora, sobre lo efímero de la existencia terrena.
Todas las horas hieren, es decir, cada
hora nos envejece, cada hora que pasa recorta nuestra vida… La última mata, es
decir, las manecillas del reloj llegarán a una hora final y se detendrá el
tiempo.
Esta reflexión existencial es siempre
provechosa y necesaria para todos, especialmente para aquellas personas cuya
manera de pensar y comportamiento responden a una actitud de inmadurez ante el
grandioso e irrepetible don de la vida.
Ahora bien, nuestra fe cristiana nos
permite trascender una visión meramente material y temporal. Cristo, al asumir
nuestra naturaleza terrena, llenó de eternidad esas pocas horas que cada ser
humano recorre en este mundo.
Su amor divino ha hecho que cada hora de
nuestra vida sea un paso hacia el encuentro feliz y definitivo con Él. Cristo
ha redimido nuestro tiempo…
Esto nos permitiría modificar o
completar las frases entorno a los relojes de sol. Cada quien podría hacerlo de
acuerdo al amor que abrigue en su corazón, de acuerdo al caudal de gracia
santificante que alimente su vida.
Y así, “todas las horas hieren, la
última mata” podría pasar a ser “todas las horas son el camino y la última la
llegada” o bien “todas las horas nos santifican, la última nos bendice”…
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