Autor: Fernando Pascual
Es difícil separar en algunos
estudios y publicaciones lo que es historia y lo que es propaganda. ¿Por qué?
Porque a veces el historiador busca reflejar aquellos aspectos que le interesan
y deja de lado otros que considera irrelevantes, desde una posición subjetiva e
ideológica que en no pocas ocasiones es reductiva y errónea.
Pensemos, por ejemplo, en
alguien que narre una “guerra de independencia”. Si el historiador considera que
la lucha fue justa, que se defendían los derechos de un pueblo contra la
opresión “extranjera”, escogerá aquellos hechos que demuestren la bondad de un
bando y la crueldad del otro.
Lo anterior vale no sólo para
estudiar guerras, sino para analizar épocas históricas, modelos sociales,
cambios culturales, tradiciones religiosas, y un largo etcétera.
Si un historiador está atento
al peligro manipulador de los prejuicios, es posible que corrija la mira y que
se abra a la realidad en sus riquezas y en sus zonas oscuras.
Si hay objetividad y
seriedad, el investigador recogerá todos los datos posibles sobre el tema en
cuestión. Al estudiar una guerra, descubrirá muchas veces que hubo injusticias
en unos y en otros, así como gestos admirables en personas de ambos lados.
Analizará los motivos que tenían unos y otros según los documentos auténticos,
e intentará dejar de lado textos que tienen un olor bastante fuerte a
manipulación y a propaganda.
No es una tarea fácil. Una de
las primeras víctimas de toda guerra es precisamente la verdad: los dirigentes
de cada bando hacen “desaparecer” aquellos documentos que reflejen sus errores
e injusticias, y promueven (incluso a veces inventan) todo lo que sirva para
denigrar a los enemigos.
A pesar de las dificultades,
el historiador honesto puede hacer mucho para superar prejuicios
propagandísticos y para conseguir un cuadro de los hechos lo más fidedigno
posible.
En algunos casos el
historiador tendrá que reconocer que faltan elementos seguros para llegar a
tener una visión más o menos clara de lo que ocurrió, y explicar eso también es
una importante ayuda para los lectores. En otros casos, alcanzará a ver un
cuadro general de los hechos que permita comprender un poco mejor un periodo de
la historia humana. Así se hará evidente cómo esa historia se construye desde
hombres y mujeres libres que en ocasiones actuaron bien, otras mal, y otras sin
tener una idea clara de la situación.
¿Es posible, entonces,
superar el espíritu de propaganda y trabajar por una historia más objetiva y
más científica? La respuesta es afirmativa: basta con que el investigador tenga
conciencia de sus límites subjetivos para superarlos, en la medida de lo
posible, y penetre con trasparencia y seriedad en aquellos documentos que
reflejan un poco cuáles fueron los acontecimientos del pasado que explican
buena parte del presente en el que ahora vivimos.
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