Autor: Fernando Pascual
Se habla poco de las discriminaciones genéticas. ¿Cuándo se producen? En general, cuando un individuo recibe un trato que lesiona sus propios derechos por poseer algunas características genéticas.
Aunque las discriminaciones genéticas suscitan una justa condena cuando afectan a adultos, existe un silencio cómplice si tales discriminaciones llevan a miles de abortos de hijos por tener ciertos defectos, o por ser sanos pero sin algunas características deseadas por los adultos.
En sociedades que buscan la inclusión, la apertura, el respeto, sobre todo hacia quienes tienen ciertos defectos físicos o características diferentes respecto de lo mayoritario, hace falta denunciar discriminaciones genéticas que llevan al aborto selectivo y promover una cultura más acogedora hacia todos.
Un ser humano no tiene menos valor si su genoma está marcado por algún defecto, o si será de un sexo o de otro, o si tiene una raza no deseada por su madre o por otros que la presionan para abortar. Basta con poseer la condición humana para poseer una dignidad intrínseca y merecer la protección adecuada.
Frente al silencio en algunas sociedades ante el aborto selectivo por el sexo (miles de hijas abortadas antes de nacer), o por poseer el síndrome de Down, o por otras situaciones genéticas, vale la pena un esfuerzo concreto para evidenciar las discriminaciones existentes y para acompañar a quienes no comprenden que una existencia diferente no deja de ser digna.
Un pueblo carece de justicia si permite, incluso si promueve, abortos basados en discriminaciones según el ADN que posean los hijos. Al revés, un pueblo muestra amor a la justicia si sostiene a cualquier madre que descubre en su seno a un hijo con ciertas características genéticas vistas como “difíciles”, y acompaña, tras el parto, a ese hijo para que pueda ser acogido y ayudado según lo requiera su identidad genética, sin discriminaciones ni exclusiones arbitrarias.
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