Así como hay avenidas amplias, de igual
manera hay calles estrechas, sumamente estrechas. Pero, ¿cuál es “la calle más
estrecha del mundo”?
Hay varias ciudades que pugnan por brindar
a los turistas esa curiosidad, entre otras Praga (República Checa), Hervás
(Cáceres, España) y Reutlingen (Alemania).
El hecho es que si queremos pasar por
esas calles debemos ajustarnos a un espacio que oscila entre 30 y 50
centímetros de ancho. Si tuviésemos kilos de más, correríamos el riesgo de
atorarnos y de provocar un embotellamiento…
Y olvidémonos de llevar objetos
voluminosos. Por esas calles se circula ligeros de peso, libres de
pertenencias, y, en cierta manera, en solitario, pues no caben dos personas
juntas.
Viene al dedillo aplicar esta imagen al
camino o puerta que conduce al cielo y que es así mismo estrecho (cf. Mt 7,13).
Contrariamente al sentido de ahogo que damos a la estrechez en nuestras
realidades terrenas, Nuestro Señor le concede un sentido espiritual de
desprendimiento voluntario, de donación generosa y de amor sin medida. Él mismo
sembró de belleza ese camino con sus huellas.
El crecimiento en la vida espiritual
está muy ligada a la capacidad que tengamos de ser austeros. Seguramente esto
asusta a una sociedad sumergida en la opulencia y el consumismo. Pero, al fin y
al cabo, nuestro corazón desea el cielo y nos alienta a entrar en ese camino
estrecho de la superación, de la conversión y santidad. Es un camino pacífico
y…. sin accidentes de tráfico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario