Autor: Max Silva Abbott
Uno de los aspectos que más me preocupa
como profesor universitario es la escasa, por no decir casi nula, formación
histórica que poseen la gran mayoría de los estudiantes, al punto que no son
capaces de identificar sus grandes procesos ni menos aún ubicarlos en el
tiempo.
Así, y por poner un ejemplo, el fenómeno
de la Guerra Fría les es prácticamente desconocido, siendo que terminó poco
antes que nacieran y que no es posible comprender la historia del siglo XX al
margen de ella. Sin embargo, es casi como si no hubiera existido y al
preguntarles por la misma, su respuesta se parece mucho a un encefalograma
plano.
Obviamente ellos no son los culpables, o
al menos los principales responsables de este lamentable fenómeno, aunque
también es cierto que con un poco más de inquietud de su parte se podría haber
hecho algo a este respecto. Sin embargo, no deja de ser inquietante la notable
vulnerabilidad e incluso la completa indefensión que conlleva esta situación.
En efecto, un sujeto que no posee los
mínimos conocimientos históricos (de historia verdadera, no la tendenciosa)
tanto de su país como del mundo, es una presa fácil de las ideologías de turno,
que pueden convencerlo de casi todo lo que dicen sin mucha dificultad. Ello,
puesto que al no tener con qué contrastar esa información, no solo está
imposibilitado para saber si es cierta o no, sino que probablemente la adoptará
como verdadera, al no poseer conocimientos basales previos. Y desde esa base
falsa, construirá su visión del mundo, deformada naturalmente, como no podía dejar
de ser.
En consecuencia, la persona puede
terminar dominada en lo más íntimo de sí: en sus pensamientos y como
consecuencia de ello, en lo que siente y quiere. ¿Qué necesidad existe ya de
dominarlo por la fuerza? Ella misma participa de dicha dominación sin darse
cuenta y lo que es peor, cree que es libre.
Desde esta perspectiva, pues, ¿con qué
fundamento se le criticarán muchas de sus acciones si no existió la suficiente
preocupación de las familias, de las entidades educativas, de la sociedad civil
y del Estado por evitar esta inanición cultural? No vengamos a quejarnos luego
de lo que pueda ocurrir, pues a fin de cuentas, existen muchas conductas que
son difícilmente exigibles para un sujeto que no posee conocimientos básicos,
siendo por ello, tal vez más víctima él mismo que las que pudiera ocasionar su
modo de proceder.
Es por eso que el rol que tienen la
historia y en general las humanidades en las entidades educativas resulta
esencial, porque sin ellas no pueden formarse verdaderas personas sino títeres,
que más tarde o temprano tendrán un rol protagónico en el país.
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