Autor:
Álvaro Correa
Decía
Séneca que “La mayor rémora de la vida es la espera del mañana y la pérdida del
día de hoy”.
¿No
es una verdad lapidaria, válida para los coetáneos del filósofo cordobés hace
veintiún siglos, como para los que hoy formamos la humanidad viviente?
Constatamos
que pasan los años, se renuevan las generaciones y, sin embargo, todos
tropezamos siempre con la misma piedra.
En
este caso hace siglos, como hace un minuto, siempre hay quien evita el esfuerzo
y deja para el día siguiente una tarea sea profesional o académica; sea en
relación con la familia y los amigos, o sea en el encuentro más íntimo de
nuestra alma con Dios.
Se
trata del “mañana lo veo, mañana estudio, mañana rezo, mañana lo platicamos”…
Ahora
bien, esto no es para lamentarse, al contrario, interpretando la intención
positiva de Séneca, más bien es una serena invitación para reencender el
entusiasmo, de tal manera que nos dediquemos al noble empeño de lograr lo mejor
de nosotros mismos, según Dios quiera.
En
verdad, vale la pena no sólo apurar los deberes de cada día, sino también,
dentro de lo posible, adelantar una parte de aquellos del día siguiente…
Dicho
sea para aspectos meramente materiales o prácticos. En cuanto a los
espirituales y morales, no dejemos de cultivar cada día el alma con el amor a
Dios y a los demás, de corregir actitudes, de purificar las intenciones, de
optar siempre por el bien.
En
fin, “es para hoy”, como solemos decir cuando algo nos interesa.
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