19 de noviembre de 2018

Cada vez que escribas…


Autor: Álvaro Correa

Una maestra de primaria preguntó si algún niño quería prestar uno de sus lápices a un compañero que lo había olvidado.

Un pequeñín sacó los suyos de su estuche, abundantes por cierto, y la sorpresa fue ver que cada uno de ellos llevaba escrito un mensaje de aliento: “Eres muy talentoso… Eres fenomenal… Tendrás un grande año… Eres inteligente… Estoy orgulloso de ti… Te amo…”.

La autora era la madre del niño quien, de manera sencilla e ingeniosa, deseaba infundir confianza, cariño y autoestima a su hijo. Sabía que, cada vez que el niño escribiera, llevaría a su mente y corazón una motivación para superarse.


La maestra juzgó que estaba ante una lección maternal, tomó una foto de los lápices y la compartió con el mundo entero.

Ojalá que este hecho nos ayude a pensar que nuestras buenas madres nos regalan un pedacito de su corazón en todo aquello que nos brindan. Su amor ha grabado un mensaje con oro invisible en cada uno de sus arrullos, desvelos, preocupaciones, atenciones, incluso en cada reprimenda o corrección.

No es fácil ser madre en este tiempo que atraviesa un mar tempestuoso de crisis educacional, pero, su papel, sin duda, es siempre inigualable e insustituible.

Quizás nuestra madre no escribía mensajes en nuestros lápices, pero, es cierto que su corazón nos llevaba hasta el banco de la escuela y permanecía junto a nosotros.

El amor hace presente a una madre en la vida de sus hijos. ¡Demos gracias a Dios!

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