Autor: Álvaro Correa
¿Cuánto valen el mar y los
océanos? Esta pregunta suscita interés.
Por el momento la respuesta
más aproximada que tenemos brota de los beneficios pesqueros, farmacéuticos y
tecnológicos producidos en un año. Sumados acumulan una cifra con doce ceros:
21 billones de dólares.
Tratándose de dinero, bien
sabemos que el flujo sube y baja como las olas mismas. Nunca podremos
determinar un precio exacto, porque el mar y los océanos son invaluables.
Pero bien, el intento de
ponerles su etiqueta nos permite, al menos, valorar esa maravillosa capa azul
que luce nuestro planeta mientras recorre las pasarelas del universo.
Dios, Creador y Padre, nos
ha concedido vivir en un mundo increíble que escapa a nuestras leyes de
mercado. Pues, ¿qué precio podríamos dar a un volcán en erupción, a una puesta
de sol, a una cascada, a la jungla amazónica…?
El don de la creación nos
inclina ante el amor providente de Dios que tuvo a bien darnos más de lo que
merecíamos. El disponer de los tesoros de la naturaleza nos permite sentirnos amados,
protegidos y agasajados.
Convendrá, por ello, no
perder de vista que el deber de cuidar nuestro planeta tiene su peso en la
gratitud hacia Aquél que es su autor. Su Amor es el que otorga un verdadero
“valor” a las realidades que tocamos en este mundo incomparable.
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