4 de marzo de 2019

Sobre lo “ultracatólico”


Autor: Fernando Pascual

El calificativo “ultracatólico” aparece en algunos debates y ante algunas personas o grupos, por lo que conviene reflexionar un momento sobre el mismo.

La palabra usa el prefijo “ultra”, que da un matiz de exageración al término al que acompaña. En ocasiones, también tiene el sentido de peligroso, fanático, exagerado.

Su uso en política (ultraderecha, ultraizquierda, ultraliberal, etc.) suele servir para descalificar a los extremos del abanico político. Lo que es “ultra” tiene un matiz más o menos fuerte de extremista.


La otra parte de la palabra es “católico”. Por la misma se indica a un miembro de la Iglesia católica, sea por su pertenencia “sociológica”, sea, de un modo más concreto, por sus convicciones personales.

Entonces, ¿cómo entender la palabra “ultracatólico”? Se podrían elencar varias posibilidades:
1. Alguien que cree de modo exagerado en su fe católica.
2. Alguien que vive su catolicismo de modo fanático.
3. Alguien que es más papista que el Papa.
4. Alguien que toma el catolicismo como bandera para despreciar otras posiciones o incluso otras personas.
5. Alguien que incurre en el fundamentalismo desde sus creencias católicas.
6. Alguien que busca imponer el catolicismo como religión de Estado.

El elenco podría ser más largo. En general, la lista alude a modos de pensar y de actuar que, vistos como negativos, son fácilmente condenables en el mundo moderno.

Lo que parece incorrecto es usar ese término a quien suponga que la Iglesia católica fue fundada por Cristo, o a quien piense que el pecado ofende a Dios, o a quien afirme que va a haber un juicio tras la muerte.

Porque esas creencias son parte integrantes de la fe católica, lo cual haría que todos los católicos verdaderos fueran personas “ultracatólicas”. Quienes no acepten esas verdades, aunque digan que rezan a la Virgen o aplaudan al Papa, no serían católicos.

Otro aspecto es que muchas veces se usa el término ultracatólico como ataque a personas que van contra el aborto o la eutanasia, como si defender la vida del hijo no nacido o de quien sufre enormemente fuese algo exclusivo del catolicismo, cuando es simplemente parte de la justicia.

Un ataque así vicia el diálogo y genera, en ocasiones, tensiones. Porque si uno que va contra el aborto es tachado como ultracatólico, ¿no habría que responder que quien defiende el aborto es un ultralibertario que está a favor de la eliminación de seres humanos antes de nacer?

Un buen debate público evita usar adjetivos denigratorios que buscan acallar a quien piensa de otra manera, para escuchar los razonamientos y afrontarlos seriamente. Por lo mismo, ante quienes abusan del término “ultra” (no solo aplicado a católicos), vale la pena una invitación amistosa: dejemos a un lado descalificaciones, respetemos a las personas, y vayamos, a fondo, a los temas sobre los que dependen la vida (o la muerte) de miles de seres humanos.

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