Autor: Álvaro Correa
(Tomado de Curiosidades y bendiciones)
Basta dar un toque al teclado para
establecer un contacto con un vecino de casa, como también con una persona
desconocida que habita en un país lejano.
Ésta es una de las maravillas que nos
conceden las redes sociales. Ahora bien, queda clara la distinción entre un “amigo
virtual” y un “amigo real”.
Según algunos estudios, se dice que
somos capaces de reconocer el rostro de unas 1.500 personas; que son unas 500
las que tejen nuestras relaciones en las actividades ordinarias; que sabemos
algo de la vida de 150; que contamos con unos 50 buenos amigos con los que
compartimos momentos de la vida personal y familiar; y que posiblemente sean
15, como mucho, las personas que consideramos en verdad amigos del alma, a
quienes concedemos una confianza plena y por los cuales aceptamos cualquier
sacrificio.
Entre la hechizadora esfera virtual y la
concreta de nuestra realidad se extiende un extenso valle de separación que
ilustran bien las siguientes sentencias: “Amigo no es aquel que sabe tus
experiencias, es aquel que las vivió contigo” y “Lo importante no es tener 100
amigos, sino tener aunque sólo sea uno que esté a nuestro lado, cuando lo
necesitamos”.
¡Qué tesoro es una amistad profunda y
leal! Dios mismo nos considera amigos porque el camino de la vida nos se
recorre en soledad, y las pruebas sólo se superan con la ayuda de una mano
amiga.
Así que seamos fieles a las amistades
cercanas y, dentro de lo posible, hagamos cercanas las virtuales…
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